Para que muera la tristeza hay que alimentar la alegría con actitud positiva
¿Por qué me siento tan triste? Quiero ser alegre, pero no sé cómo.
Para que muera la tristeza hay que alimentar la alegría. Y la alegría se alimenta de muchas cosas, en especial de una actitud positiva.
Te haré la misma pregunta que me hago en mi examen de consciencia: “¿Me he dejado dominar por la tristeza?” La tristeza es como una energía que muchas veces hasta nos quita los deseos de vivir, que nos deprime el espíritu y nos avienta hacia abajo. Es como una niebla tóxica que nos desanima, es decir, que nos quita el ánimo y nos puede enfermar el alma. Es como una bruma que nos oscurece las esperanzas, nos ciega la razón y no nos permite ver más allá.
No quiero decir que la tristeza como “sensación” sea mala en sí misma, pero sí que tenemos que diferenciar entre “sentir tristeza” y mantenernos en un estado de tristeza hasta dejarnos dominar por ella. Sentir no es “malo”, aquí lo importante es que hacemos con eso que sentimos. En pocas palabras, si no nos ponemos abusados la tristeza puede ser la entrada de cosas peores.
La actitud de muchas personajes de la historia son un ejemplo claro de que en esta vida si se quiere, se puede y que la disposición interior hace la diferencia. Por ejemplo, San Juan Bosco decía: “Tristeza y melancolía fuera de la casa mía”.
Otro del que hay mucho que aprender es Viktor Frankl: “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino”.
También, el Santo Cura de Ars cuenta que cuando llegó al pueblo de Ars le hicieron la vida imposible y por años le pidió a Dios que le cambiara de ese lugar. Hasta que un día sintió en su corazón el ya no pedirle eso y cambió su petición por esta “Si no puedes cambiar lo que te estoy pidiendo, estas circunstancias que no me gustan, entonces cámbiame a mí para que yo pueda aceptar lo que estoy viviendo”.
Y es que así es la vida, cambio yo, cambio mi actitud y cambia todo. Por muy duros que estén los eventos que estemos pasando, por muy oscura que se vea la noche, siempre hay que mantener en nuestro corazón esa llama de esperanza encendida que nos dará la fortaleza para seguir adelante y la visión para ver el lado luminoso de las cosas.
Es muy lindo cuando escuchamos estas palabras: “A este mundo vinimos a ser felices”. Claro, también para eso estamos aquí. Pero no solo lo dejemos en ese sentido sensible, fatuo. Para ser realmente felices y que esta nos provoque alegría forzosamente necesitamos vivir una vida ordenada y virtuosa. De otro modo esta felicidad será vana, sin raíz y poco nos durará.
Para alcanzar la alegría, el júbilo al que me refiero, necesitamos hacer caso omiso al tipo de felicidad que el mundo hoy en día nos ofrece, totalmente enraizada en lo sensible. Para realmente ser dichosos necesitamos seguir otros criterios, no los del mundo, permisivos, que nos dicen que todo está bien, todo se vale con tal de que seamos felices. Que no importa que tan bajo caigamos o si pisoteamos nuestra dignidad, total, si así lo sentimos, hagámoslo. ¡Peligrosísima esta manera de pensar, de vivir!
Es cierto, estamos diseñados para el amor y para la felicidad. Necesitamos encontrar dentro de cada uno de nosotros, esa actitud que nos dé la fuerza para hacer los cambios que necesitamos para elegir solo aquello que nos lleve hacia la felicidad y la alegría verdaderas.
Es muy importante que tengamos claro que nuestra felicidad no depende de las constancias que vivimos ni del tener. Depende de nuestra actitud y disposición interior. Así que el que tengas paz, felicidad, armonía y estabilidad emocional obedecerá en gran parte a la actitud de vida que tengas. La alegría y la felicidad se eligen porque a pesar de las circunstancias nosotros elegimos ver la mejor versión de estos eventos y encontrarles un para qué.
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