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Las convicciones – ¿cómo influyen en nuestras vidas?

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Oleg Golovnev/Shutterstock

Ilona Przeciszewska - publicado el 31/03/17

Tener ideas limitantes y ninguna voluntad de cambiarlas, es como tener instalado un software antiguo en una nueva máquina: dificulta su buen funcionamiento.

¿Sabes quién gestiona tu felicidad? ¿Qué es lo que determina cómo te sientes en un momento dado, que haces, en qué fijas tu atención? La respuesta puede ser simple – son tus pensamientos en gran medida. Tu manera de pensar tiene un impacto significativo en tu vida.

Al principio te invito a leer la historia de dos mujeres. La primera se describe como una persona muy afortunada. Dice de sí misma:

Vivo en un confortable apartamento con mis tres hijos. Amo a mi familia. Estoy orgullosa de mi marido. Aprecio su compromiso con nuestra familia y con su trabajo. Se maneja bien a nivel profesional – tiene un buen sueldo y una profesión valorada en la sociedad. Los niños ya van a la escuela – tienen dificultades con algunas asignaturas, pero creo que el mundo no se acaba sólo en los estudios. No tienen que ser los mejores de su clase. Lo más importante es que tienen sus pasiones y las desarrollan fielmente.

Pensando en mí día a día, siento un gran agradecimiento por mi vida. Me encanta mi vida cotidiana. Lo que más me gusta son las mañanas cuando tengo un momento para mi misma – cuando puedo tomar una taza de mi café favorito. A continuación, voy a trabajar. Mi trabajo me gusta mucho. Por las tardes trato de ordenar el caos familiar. Casi nunca consigo arreglarlo todo al 100%, pero esto es natural – nadie podría hacerlo viviendo con un equipo tan grande.

Por la noche, cuando todos hayan terminado sus tareas, siempre tratamos de encontrar un momento de tiempo en común – charlamos – primero todos juntos, luego a solas, mi marido y yo. Los fines de semana tratamos de pasarlos de forma activa – al aire libre, y las tardes con amigos o familiares. Su apoyo y el intercambio de experiencias son muy valiosos.”

La segunda mujer no se siente feliz. Dice de sí misma:

“Mi vida es una pesadilla. Es una interminable cadena de responsabilidades con las que tengo que cargar yo misma. Mi marido trabaja todo el día. La casa es un desastre y el caos eterno. Cuando se acerca el fin de semana con la esperanza de relajarme – no es posible, por desgracia. Los niños siempre quieren algo de mí. Y a mi marido se le ocurren todas estas actividades.

Pasamos las noches con los amigos – son tan aburridos – siempre hablan de temas familiares, como si no fuera posible hablar de otra cosa. Y después me quedan muchos platos que lavar. Y sus hijos dejan todo hecho un desastre… Mi vida cotidiana es un ajetreo constante. Estoy estresada ya desde la mañana. Estoy convencida de que llegaré tarde a todas partes, no podré acabar nada a tiempo. Después resulta que lo he podido hacer todo a tiempo, pero estoy agotada por el estrés…

En realidad, nada de lo que tengo en la vida es bueno del todo – tengo un mal trabajo, mi marido siempre está fuera de casa, los niños son unos malos estudiantes, sólo tienen en su cabeza las actividades extraescolares. Los he educado mal. En casa reina el eterno desorden. Soy un desastre cuando se trata de mantener el hogar. ¿Y las noches? Parece agradable el momento cuando estamos sentados juntos y hablamos, pero qué más da, si ya empiezo a pensar en la pesadilla de los deberes eternos de mañana.”

¿La descripción te parece similar, pero completamente diferente? Esto se debe al hecho de que las dos mujeres mencionadas están viviendo las situaciones de la vida de forma distinta. Tienen una forma diferente de pensar acerca de ellas mismas, del mundo y de otras personas, que puede ser positiva o negativa, es decir, puede ayudar en nuestro funcionamiento en el mundo o dificultarlo.

Podemos pensar de nosotras mismas: “no sirvo para nada” o “puedo con esto”. De la gente: “no son de confianza” o “conocer gente nueva es muy inspirador”. Podemos considerar el mundo como “un peligro” o como “interesante”. Son sólo algunos ejemplos. De hecho, tenemos muchas creencias – tanto de apoyo, como de restricción. Y aquí viene la pregunta importante – ¿cómo las adquirimos? ¿Por qué pensamos de una manera y no de otra? ¿Y por qué es tan difícil cambiar nuestra forma de pensar, aun cuando veamos claramente que tiene un impacto devastador en nuestras vidas?

Las raíces de las creencias, rígidas y resistentes al cambio a menudo, deben ser rastreadas hasta el comienzo de nuestras vidas. En los primeros 6 años, aprendemos una forma particular de pensar de nosotros mismos, del mundo y de otras personas, al escuchar los que dicen las personas importantes en nuestro entorno inmediato – son en su mayoría: padres, hermanos, otros cuidadores. Sus palabras se “codifican” en nuestras cabezas y, a veces permanecen allí durante años. Muy a menudo no llegamos a darnos cuenta de dónde viene un pensamiento.

Y con esta manera adquirida de pensar “salimos al mundo”. Lo que tenemos que lograr en la vida adulta, es la verificación de nuestras creencias. Se podría decir que es necesario que nos “actualicemos”. Tener creencias limitantes y nada de voluntad de cambiarlas, es como tener instalado un software antiguo en una nueva máquina: dificulta su buen funcionamiento. Cambiar el modo de pensar no es fácil, pero, es posible cuando le dediquemos un poco de tiempo y esfuerzo. Es esencial y necesario para funcionar con eficacia en el mundo. Sus frutos no se harán esperar mucho tiempo.

¿Cómo puedo hacer los cambios?

En primer lugar, identificar la forma de pensar. Podemos conocer nuestras creencias a través de la reflexión sobre el pensamiento automático que aparece en nuestra cabeza. A continuación, puedes utilizar varias técnicas encaminadas a cambiar las creencias.

La primera opción es tratar de “detener” los pensamientos negativos y reemplazarlos con el pensamiento de apoyar. En el momento de la aparición del pensamiento negativo, en la mente o en voz alta, grita ¡STOP! En el consiguiente silencio interno inserta algo favorable para ti.

Otra técnica que puede ayudarte a cambiar las creencias es la verificación de tus creencias actuales a través de 3 preguntas:

  • ¿Es cierto?
  • ¿Cómo te sientes y reaccionas cuando crees que esto es verdad?
  • ¿Esta creencia te sirve y te apoya en lo que quieres lograr?

Si respondes con un “no” a las preguntas anteriores, esto significa que tus creencias son limitantes. Trata de reformularlas para que se convirtieran en apoyo. Un ejercicio útil para cambiar el pensamiento sobre una situación dada puede ser también intentar verla a través de otro enfoque:

  • a través de una lente “al revés” – ¿lo que la otra persona diría en esta situación y que puede ser de cierto en ello para ti?
  • a través de una lente “a largo plazo” – ¿cómo lo voy a ver dentro de 6 meses?
  • a través de una lente “amplia” – haciendo caso omiso de los resultados de esta situación, ¿cómo puedo desarrollarme gracias a ello, qué lección puedo aprender? ¿Qué es lo que me favorece en todo esto?”

¿Qué más podemos hacer para apoyar el cambio de nuestras creencias? Podemos crear el “jardín de nuestros propios pensamientos”. Hazte la pregunta – ¿e qué forma te gustaría pensar de ti misma, del mundo y de otras personas? A continuación, escribe estos pensamientos y represéntalos de forma gráfica. Puedes crear tu jardín de muchas maneras distintas. Elige una que más te guste.

Así que ponte a trabajar. Date tiempo para cambiar. Tal vez, podrás cambiar algunas creencias limitantes en seguida, pero también puede suceder que habrá otras con las que necesitarás más tiempo o apoyo de otra persona – lo mejor sería de un psicoterapeuta. Con el tiempo verás que el pensamiento automático negativo persistente se hará menos automático y frecuente, y un día desaparecerá por completo y será reemplazado por un pensamiento más de apoyo, que promoverá tu vida. ¡Buena suerte!

Tags:
autoimagenbienestarpsicología positiva
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