Nacida en Glendale, Ohio (Estados Unidos), en 1895, Celestina Bóttego tenía un corazón lleno de cariño, abierto a todas las personas, sobre todo a las pobres. Se crió en el seno de una familia inmigrante italiana y pasó la mayor parte de su infancia en Butte, Montana. Cuando Celestina tenía 15 años, su familia volvió a Italia para cuidar de los ancianos padres de su padre.
Bóttego continuó sus estudios en la Universidad de Pisa con la intención de ser profesora de inglés. Después de graduarse, Bóttego enseño en varias escuelas de Parma, Italia, durante los siguientes 20 años. También profundizó en su vida espiritual y se convirtió en oblata benedictina.
Durante esta época, Bóttego se involucró activamente en el movimiento Acción Católica y cuidó de los pobres de su comunidad local. Todos en el barrio conocían a Bóttego y recurrían a ella como consejera durante momentos de dificultad.
Según ciertos testimonios, “todo el que se le acercaba, se sentía delante de ‘una persona feliz que irradiaba confianza, serenidad y cuyo corazón invitaba a amar a Jesús y a tus hermanos’.Su receptividad para la amistad, sumada a su cálido recibimiento, al tiempo que conservaba su soledad y silencio, eran característicos en ella. El secreto de su presencia reconfortante y reconciliadora era la íntima unión con el Señor, su fidelidad a Su voluntad y su ilimitada confianza en la Providencia”.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, Bóttego se preocupó por los muchos jóvenes que pasaban gran parte de su tiempo en las calles, por lo que puso a su disposición un enorme salón en la planta baja de un centro. Bóttego y un sacerdote local se alternaban en la enseñanza del catecismo a estos jóvenes con problemas.
Un capítulo nuevo
Bóttego empezó a enseñar inglés en el Instituto de las Misioneros Javerianos en 1935 y de forma inesperada se sintió atraída por una nueva vocación a los casi 50 años de edad. Un sacerdote de allí, el padre Giacomo Spagnolo, le pidió que se planteara fundar una rama para mujeres de los Misioneros Javerianos. Al principio se negó, asegurando que “se le daba muy bien estropear las obras de Dios”.
Sin embargo, tras mucha oración y discernimiento, Bóttego aceptó la llamada y junto al padre Spagnolo fundó la Sociedad Misionera de María (Misioneras Javerianas). El 2 de julio de 1950 las primeras cuatro miembros pronunciaron sus votos, incluida Bóttego, que fue reconocida como su superiora. Poco después, el 27 de septiembre de 1951, el capítulo general de los Padres Javerianos reconoció oficialmente la institución como la división de mujeres.
Durante el resto de su vida, Bóttego se centró en su nueva vocación misionera y presenció de primera mano la fundación de numerosos centros por todo el mundo. Además de Italia, la Sociedad Misionera de María está presente en África (Camerún, Chad, República Democrática del Congo, Burundi), las Américas (Estados Unidos, México, Brasil) y Asia (Japón, Tailandia).
Según una de las hermanas, Bóttego tenía “siempre los brazos abiertos (…). Era una madre. Escribía constantemente y preguntaba por cómo iba la comunidad. Siempre con una sonrisa. (Sus) ojos eran brillantes. Desprendían muchísima luz (…). Recuerdo que Madre siempre estaba serena, con una sonrisa y una profunda fe en la voluntad de Dios”.
Bóttego falleció el 20 de agosto de 1980 y todos los que la conocieron lloraron dolorosamente su ausencia.
La causa para su canonización se abrió el 24 de noviembre de 1994 y la investigación inicial sobre su vida se entregó a Roma en 2001.
El papa Francisco reconoció su vida de virtud y la declaró “venerable” el 31 de octubre de 2013. El siguiente paso en su causa requiere al menos un milagro verificado para poder declararla “beata”.