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7 claves para rezar sin cesar

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Shutterstock/Marcel Mooij CC

Mike Eisenbath - publicado el 30/03/17

¿Cómo rezar constantemente? El secreto está en que no todas las oraciones son iguales ni se sienten de la misma forma

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Recuerdo la primera vez que leí 1 Tesalonicenses 5:16-18 comprendiendo de verdad lo que leía. En ese pasaje, san Pablo escribió lo siguiente a los miembros de la Iglesia en Tesalónica:

“Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús”.

Me crié en el catolicismo, así que a menudo escuché ese pasaje de las Escrituras. Al menos supongo que lo escuché. Dudo que prestara mucha atención, para ser sinceros. Cierto día de mi primer año de universidad, en una misa de un Centro Newman, escuché ese fragmento de la Primera Carta a los Tesalonicenses y sencillamente no sabía qué hacer con su mensaje: “¿Cómo es posible? ¿Dar las gracias constantemente? ¿Incluso cuando suspendo un examen o cuando tengo morriña o cuando la chica por la que me intereso me rechaza? ¿Y tengo que rezar todo el tiempo? No creo que pueda hacer eso”.

Me rendí ante la evidencia de que sería el mejor cristiano que pudiera ser, pero nunca llegaría a la perfección, sobre todo en el ámbito de la oración. Sin embargo, ahora, 37 años más tarde, puedo decir que de hecho “rezo sin cesar”.

Primero, tuve que decidirme a hacer de la oración una parte de mi vida diaria, no solo una actividad para el tiempo libre, si es que lo hay. Una vez que arraigó esa voluntad, empecé a incorporar gradualmente diferentes formas de oración. Necesité entender que no todas las oraciones son iguales ni se sienten de la misma forma. Veamos la reflexión de santa Teresita del Niño Jesús en su Historia de un alma:

“Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada lanzada hacia el cielo, un grito de gratitud y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría. En una palabra, es algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une a Jesús”.

En eso se convirtió mi vida de oración de 24 horas: un impulso de mi corazón, una mirada hacia el cielo, gratitud y amor. Una expansión de mi alma que me une a Dios.

Aquí están mis siete pilares para una oración constante. Tal vez te interese añadir alguno a tu día como práctica de Cuaresma:

  • Gratitud constante.

Desde el momento en que me despierto hasta que me preparo para acostarme cada noche, trato de ser agradecido. Cuando pongo los pies en el suelo al salir de la cama doy gracias a Dios por un nuevo día. Antes de meterme en la ducha, doy gracias deliberadamente a Dios por mis manos y dedos, mis hombros y brazos, mis pies, piernas y rodillas, por todos mis sentidos; y le pido que me bendiga, a mí y a todos con los que comparta mi día. Doy gracias a Dios por el agua caliente y limpia, por mantener a salvo a mi familia, por darme un trabajo, por cualquier cosa que se me ocurra. A medida que avanza el día, me detengo a dar gracias cada vez que convenga. Al final del día, reflexiono con gratitud sobre mis experiencias, ya fueran alegres o difíciles. Para una persona que ha luchado contra una depresión crónica y una grave ansiedad durante 15 años, no siempre resulta sencillo. Pero es necesario y es santo.

  • Tiempo especial.

Saco tiempo para actividades específicas de oración. La misa diaria puede ser la actividad espiritual más importante para cualquiera de nosotros, pero hay muchas más posibilidades. Puedes probar las oraciones matinales, vespertinas y nocturnas de la Liturgia de las Horas. Yo rezo el rosario tan a menudo como me es posible; también está la Oración de Jesús y la recitación de otras oraciones vocales, como las Letanías de la Humildad.

  • Intercesión frecuente.

Como la mayoría de cristianos, recibo con frecuencia peticiones para rezar por personas y me encuentro con intenciones especiales. Todos los domingos medito sobre todas esas necesidades y personas y reflexiono sobre cómo exactamente querría que Dios les bendijera. Luego establezco un tiempo específico, cuando es posible, para dedicar cinco minutos a revisar mentalmente esa lista y pedir a Dios que les bendiga como Él sabe que deseo. Cada momento que pronuncio un nombre o una situación, imagino a esa persona en mi mente y los llamo desde mi corazón.

  • Meditación/Contemplación.

Parte del tiempo que dedico diariamente está reservado al silencio externo y a tanto silencio interno como pueda desarrollar. Podrías empezar meditando sobre algún aspecto de Dios o sobre tu relación con Él. Por último, confío en poder ir a algún lugar donde no esté pensando en nada, sino donde simplemente contemple el amor de Dios. Es algo que puede requerir varios métodos e imágenes mentales. Definitivamente requiere práctica. A fin de cuentas, es un don de Dios.

  • Música ocasional.

Por lo general solo escucho música cuando estoy en el coche, pero eso es más o menos una hora todos los días. A veces pongo un CD y otras veces se me ocurre alguna canción sacra de mis favoritas y la pongo en mi móvil, y aprovecho la música como un tipo de oración meditativa mientras conduzco. O tal vez lo apague todo y simplemente cante una canción de alabanza. Normalmente voy solo en el coche, así que mientras Dios pueda soportar mi forma de cantar, vamos bien.

Mi mente nunca para. Hay muchos momentos en que me viene una persona al azar a la mente, o cuando pienso en una razón específica para la alegría o la pena, o cuando me preocupo por algo. Mientras me preparo para llamar a alguien o mientras cuelgo después de una conversación interesante. Mientras leo o escucho las noticias. O mientras entro a una reunión o me preparo para escribir algo. Todos estos momentos son ejemplos de oportunidades para rezar con gratitud o con súplica.

  • Acción y aliento comprometidos.

Antes de que te embarques de lleno en el día, puedes centrarte con calma en tu respiración. “Dios”, suelo decir, “te entrego cada aliento. Cada vez que inhale, por favor permíteme que te deje entrar, Padre. Cada vez que exhale, por favor permite que te comparta con el mundo, Jesús. Déjame amar y ser amado. Espíritu Santo, entra en mí para dirigir todas mis acciones, mis juegos, mis palabras y mis pensamientos y emociones. Te lo ofrezco todo como sacrificio de amor”.

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