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¿Por qué los animales van desnudos y el hombre debe vestirse?

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Shutterstock / Gadelshina Dina

Salvador Aragonés - publicado el 11/03/17

El hombre crea la moda para guardar su intimidad y manifestar lo que es ante los demás

De entre todos los seres vivos creados por Dios solo hay uno que necesita cubrirse el cuerpo con vestidos hechos y pensados por él: el hombre. Así que el hombre es el único animal que se viste, no solamente por un sentido del pudor (cubrir la intimidad del cuerpo), sino porque quiere definir su propia identidad con relación a los demás; vestirse es también, pues, mostrar a los demás cómo soy y cómo quiero que los demás me vean.

La acción de vestirse no es una cosa de anteayer, sino que viene desde Adán y Eva que, según relata el Génesis (3, 6-8), después del pecado original tuvieron vergüenza de sus cuerpos y los taparon “con hojas de higuera cosidas”. Al crear Dios a los animales les dotó de órganos y cualidades físicas para que pudieran defenderse del clima (el calor, el frío, el agua y el viento), para poder alimentarse y poder defenderse de sus enemigos (velocidad, fuerza, desarrollo de los sentidos).

En cambio, Dios dotó al hombre de inteligencia, de voluntad y de libertad para suplir las cualidades físicas de las que carece. Platón ya lo intuyó en su diálogo de juventud “Protágoras”, cuando relata la creación del hombre a través de Prometeo y Epitemeo. “Este al ver que el hombre no tenía defensas –estaba desnudo– como los otros animales, Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las artes junto con el fuego y se la ofrece, así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría para conservar su vida” (Platón, Protágoras, 321 a). Le dio “el ropaje de la cultura”.

Las tres necesidades del vestir

Y es a través de la cultura que el hombre, dejando su desnudez, encuentra su identidad en libertad. Ahí está que el hombre debe de ocuparse de su propio cuerpo. El vestirse, como señala el profesor Xavier Escribano (De la experiencia única del vestir al espacio público del vestido, en Investigaciones fenomenológicas, 2011) obedece a tres necesidades: la primera es la de “protegerse” y guardar la intimidad, la segunda hacer el cuerpo “presentable” ante los demás como una necesidad social, y la tercera crear el “yo” singularizado distinto de los demás.

El vestido es una obligación para la especie humana, pues cuando Dios Padre elige a los buenos destaca  entre las obras buenas: “estaba desnudo y me vestisteis” (Mateo 25, 36). Además, la quinta obra de misericordia corporal es “vestir al desnudo”. Es decir que el hombre no está hecho para ir desnudo, sino para cubrirse con una vestimenta adecuada a la situación con que se encuentra: frío, calor, trabajo. El hombre nace desnudo, pero indefenso, y por eso rápidamente se le protege con ropa.

La evolución del vestido

El vestido ha evolucionado a lo largo de la historia, adaptándose al papel que el hombre y la mujer han desempeñado. Siempre se ha distinguido en el vestir, en la moda, el hombre de la mujer, el niño y la niña, los jóvenes de los mayores. En siglos pasados había también una diferencia entre las clases aristocráticas o dirigentes y el pueblo llano. Por otro lado, no es lo mismo la ropa que se lleva en el hogar –en casa—que la que se usa para ir a trabajar, o para ir a una fiesta. Y para ir a trabajar no es lo mismo el que lleva una mujer abogado que la que lleva una maestra o una costurera.

¿Por qué? El vestido está en función del trabajo que realizas y del rol social que tienes, y decides en cada circunstancia la apariencia exterior que quiero dar a mi cuerpo. De ahí que “el “yo” está hasta cierto punto atrapado por la moda”, dice el profesor Escribano analizando a Joanne Entwistle. “El vestir forma parte de la presentación del yo”. 

Según el modo de vestir juzgamos a los demás y pretendemos que los demás nos juzguen de una determinada manera. El vestir da un mensaje a los demás de uno/a mismo/a, que comunica lo que somos o queremos ser o aparentar.

El acto de vestirse es un acto íntimo, pero al mismo tiempo abierto a nuestro ser social. Vestirse no es un acto solitario, sino que existe una dialéctica entre lo individual y lo social, entre lo que se desea expresar y la necesidad de vivir en un contexto cultural del que forma parte la moda.

Existe también una dialéctica entre  lo natural y lo cultural, lo interior y lo exterior, lo que se quiere ocultar del cuerpo y lo que se quiere enseñar, entre el querer formar parte de un grupo y la necesidad de singularizarse. En la moda vivimos también un mundo de colores, formas y movimientos que están entrelazados, como también lo están la confortabilidad y la funcionalidad.

“Ir a la moda” significa que seguimos las tendencias en el vestir. Sin embargo, “ir a la moda” no excluye, sino que debe incluir una singularidad del propio cuerpo que se distingue de los demás.

Hay un denominador común en la moda (la tendencia) pero con un numerador distinto (mi propia personalidad). Las personas que se contentan en seguir solo las tendencias sin diferencias para su identidad como persona, denotan excesivo apego hacia esas tendencias, un escaso conocimiento de su propio cuerpo y de no saber singularizarse frente a los demás: son masa, son personalidades inseguras y en consecuencia vulnerables. Tienen un denominador común, pero carecen de un numerador que les distinga.

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