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No le tengas miedo a los treinta

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Shutterstock / goodluz

Adriana Bello - publicado el 08/03/17

Esta década podría convertirse en la mejor de tu vida

Recuerdo que hace justamente un año tenía muchas expectativas y preguntas al cumplir 30 años. ¿Oficialmente me estoy poniendo vieja? ¿Será cierto eso de que los treintas son los nuevos veintes? ¿En verdad es la mejor época de la vida de una mujer? ¿Qué nuevas responsabilidades tendré? ¿Ya es hora de casarme y tener hijos?

Por supuesto que en un año no he resuelto todos mis interrogantes, y la soltería me ha dado ciertas libertades. Pero lejos de darme una crisis de llanto y dolor, como le pasa a muchas chicas, debo decir que estoy en el equipo de ¡los 30 son lo máximo! Estas son mis cinco principales razones:

  1. Independencia emocional y económica

A los treinta comprendes que no tienes que pretender que alguien te caiga bien (bueno, al menos no siempre), que el qué dirán no importa tanto como creías, que tú tampoco tienes por qué agradarle a todo el mundo ni tampoco hacer cientos de cosas para complacer o tener la aprobación de los demás.

Empiezas a tomar más decisiones por ti misma (sin necesariamente caer en el egoísmo), a quererte más y a trabajar para lograr tus metas tanto personales como laborales. Aprendes a escoger tus batallas, pero ya no te da tanto miedo decir las cosas, porque comprendes que a veces son peores las consecuencias de no decirlas. Y que en la vida realmente se trata de asumir retos, triunfos y, sobre todo, fracasos (porque ellos son parte fundamental del éxito).

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Por otra parte, la mayoría somos más estables económicamente y, si quieres comprarte esa blusa súper costosa pero que te enamoró, o hacer ese viaje que siempre habías soñado, puedes hacerlo y sin necesidad de justificarle a nadie tu gasto o inversión (si eres casada, la historia cambia un poco). Eres dueña de tu tiempo y de tu dinero, pero también tienes más conciencia de ambos, así que el balance es perfecto.

  1. Tus amistades se vuelven familia

A los treinta descubres que ya no tienes diez mejores amigos como en la escuela. Entiendes que la gente crece y a veces toma destinos diferentes, y no es nada personal. También te alejas de la gente tóxica o que no aporta valor a tu vida.

Ahora tus amigos verdaderamente cercanos los puedes contar con los dedos de una mano y valen oro. Son menos pero los sientes más cercanos. Hablas con ellos de temas más variados e intensos: relaciones de pareja, política, problemas laborales y más, que a veces no les cuentas a tu familia para no preocuparlos. Aprecias más una tarde de conversa y vinos en casa, que una noche de fiesta donde recuerdas poco a la mañana siguiente.

Yo sigo teniendo algunas amigas de mi infancia, que toda mi familia conoce y son como hermanas para mí, pero también he logrado ampliar mi círculo social a personas que, si bien comparten mis mismos valores (porque te das cuenta que es lo más fundamental en cualquier relación humana), han tenido experiencias totalmente distintas a la mía que me enriquecen un montón, y a veces me ayudan a mirar las cosas desde otra perspectiva.

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Kamil Macniak

  1. Ves el amor de pareja de otra forma

Esos enamoramientos locos e intensos que uno tenía a los veinte van desapareciendo (y, si tienes uno, seguramente es un viejo amor -o el recuerdo de uno- que estás arrastrando de esa época). Te siguen gustando las comedias románticas, pero te das cuenta que la vida real, definitivamente, no es como las películas.

Probablemente no te cases con “el amor de tu vida” como si se tratara de una novela romántica con mariposas en el estómago incluidas, pero sí con alguien que ames muchísimo, con quien querrás formar tu propia familia y con quien te ves pasando el resto de tus días porque, más allá de la pasión, valoras que es alguien con quien puedes conversar de todo y te motiva a ser una mejor persona.

¿Qué es lo bueno de todo esto? Que te sacas el cuento de hadas de la cabeza, te vuelves más realista y evitas decepciones innecesarias y tantos sapos en el camino.

  1. El correcto valor de las cosas

Recuerdo que a principios de los veintes me complicaba por situaciones que hoy en día me dan risa o me parecen ridículas. Ahora trato de poner las cosas en una balanza imaginaria, las comparo y ya no todo me parece tan grande o trágico.

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Antonio Guillem

Sin embargo, también aprendes a no dar la vida tanto por sentada, porque experimentas algunas malas vivencias (de forma directa o a través de alguien) que realmente te hacen apreciar lo que tienes. Te das cuenta que la salud y el amor (y no me refiero únicamente al de pareja) son más importantes de lo que creías. Y la frase “todo pasa” empieza a cobrar más sentido porque, en efecto, la mayoría de las veces, es así, y el drama es innecesariamente desgastante para ti y los que te rodean.

  1. Ensayo y error

Lo mejor de los treinta, definitivamente, es que estás justo en esa frontera entre la juventud de los veinte y la adultez de los cuarenta. Te sigues permitiendo ciertas aventuras, pero de una forma más consciente. Sigues siendo joven, pero tus opiniones son más tomadas en cuenta. Tienes más responsabilidades pero no todas. Ya no te puedes trasnochar como a los 25, pero tu cuerpo sigue con mucha energía.

Sientes que ya tienes casi definida esa persona que quieres ser el resto de tus días y aprendes a aceptarte con tus fortalezas y debilidades. Sigues teniendo relaciones personales por diplomacia, pero no te importa darle unfollow a alguien en Twitter o Facebook si no te cae bien. Puedes seguir desayunando pizza de la nevera, pero entiendes que tienes que tomar decisiones más saludables para tu cuerpo. Vives más y te estresas menos

Definitivamente, cada etapa de nuestra vida tiene su razón de ser. Por ahora, yo les puedo asegurar que a los treinta ocurre un cambio mental que puede ser muy positivo. Algunos creen que es algo socialmente impuesto pero yo estoy convencida que es una decisión personal. Y si así ha sido mi primer año en los treintas, ¡no puedo esperar a los nueve que están por venir!

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