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¿Cómo es posible superar la infidelidad en un matrimonio?

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Sofía Gonzalo - publicado el 27/02/17

Esta profunda herida emocional puede convertirse en una nueva oportunidad para la relación

La infidelidad es un trago muy amargo en una relación de pareja, y muchas veces supone el final de la relación. Pero muchas veces, la infidelidad solo es la punta del iceberg de problemas mucho más profundos de la pareja. Para intentar salvar esa relación, la pareja deberá recorrer junta un camino doloroso hacia el origen del problema, siempre con ayuda de profesionales-

El psicólogo clínico y terapeuta de pareja español Juan de Haro es experto en ayudar a los matrimonios en crisis a superar esta dura prueba. Para él, si este camino de sanación y reencuentro se produce, no solo el perdón es posible, sino que la relación puede salir más fortalecida que antes. Pero aquí, los moralismos no valen. El perdón auténtico es libre, nunca impuesto. Nos lo cuenta él mismo:

¿Es posible sanar una infidelidad en un matrimonio?

Sí, es posible, pero no es inmediato, ni cuestión de tiempo. Aquí el tiempo no cura nada. Lo que permite que sane es un trabajo de perdón, que no se puede imponer, ni pretender, sino acompañar. Mi tarea como terapeuta es hacer entender a las parejas que la infidelidad es una profunda herida emocional y puede ser a la vez una oportunidad para la relación.

¿Por qué una oportunidad? Porque hace que se manifieste el problema que muchas veces está latente pero no expresado: dejar de sentirse valorado, tenido en cuenta, insatisfacción en las relaciones sexuales, etc.

Es necesario un trabajo terapéutico intenso. Las personas acuden a la consulta después de haber intentado resolver el problema, y sentirse incapaces de hacerlo. Domina la desconfianza, las medias verdades, intentos rápidos de solucionar el problema… No es fácil. Es necesario el apoyo de familiares y amigos. Y muchas veces, la guía de un buen terapeuta experto.

¿Qué cambia después de este trance?

La infidelidad es como un “tsumani” para la relación. Lo pone todo patas arriba: sensación de traición, desconfianza, necesidad de control, búsqueda exasperada de información para confirmar que efectivamente ya no hay vínculo con el/la amante: se comprueban móviles, mensajes, emails. Es una locura.

Aumenta la irritabilidad, el bloqueo, las ganas de venganza. Hay mucha confusión y en no pocos casos se dan síntomas similares a los del estrés postraumático. No te puedes quitar la infidelidad de encima. Te haces continuas preguntas en la cabeza con las que asaltas a tu pareja. Cuanto más te responde, más preguntas te surgen. Es un sinvivir para ambos. Se produce lo que yo llamo el “síndrome de hipervigilancia”, no te fías y tratas de comprobar y controlar todo. La gente puede pasarse noches enteras sin dormir. ¡No imaginas el dolor tan profundo que se produce!

A nivel emocional, se produce un torbellino frenético: rabia, confusión, compasión, miedo a la pérdida… En el infiel: culpa, vergüenza, impotencia, y también impaciencia, hastío, y rabia porque los intentos de reparación no parecen surtir efectos.

 Tu vocación profesional está dirigida a sanar infidelidades. ¿Por qué has encaminado tu trabajo en esa dirección?

Bueno, no es que me dedique exclusivamente a ver este tipo de casos. Atiendo a muchas parejas en dificultades sin que se dé la infidelidad, adultos y a padres que tienen problemas con sus hijos. Pero es cierto que la infidelidad tiene la capacidad de romper la relación de pareja, complica la reconstrucción de la relación. Tengo la certeza de que el perdón después de una infidelidad es posible y que la relación puede mejorar, por eso me dedico a ello.

Fue la experiencia de fracaso hace más de doce años al atender parejas en las que había infidelidad. Ver que no se solucionaban los problemas con las estrategias habituales de trabajo fue lo que me hizo profundizar, investigar y verificar que hacía falta otra cosa. Esa experiencia ha dado lugar a un protocolo de intervención que es ciertamente muy eficaz.

 ¿Cuál es el protocolo?

Surgió como necesidad de ser sistemático en el afrontamiento del problema. Las técnicas y herramientas útiles para la terapia de pareja convencional no servían para abordar la infidelidad. Las mejorías se producían pero eran efímeras. Fue el fracaso en los primeros casos atendidos lo que me llevó a hacer este trabajo sistemático de investigación y acción terapéutica en infidelidad.

Primero es importante dar seguridad y no juzgar. Dejamos que se expresen y explicamos el torbellino emocional que tienen. Partimos de la realidad de la pareja. Ambos deben trabajar, no solo el miembro infiel.

Cuando nos dicen que desean, a pesar de todo, recuperar la relación planteamos dos cuestiones fundamentales. La primera es que debe haber una ruptura total del vínculo con el amante. No es posible una amistad. La persona infiel debe renunciar a cualquier tipo de vínculo con el amante. Si no, es imposible restaurar la confianza. En segundo lugar trabajamos para reducir la hipervigilancia a través de técnicas y ejercicios terapéuticos.

Es importante indagar sobre los motivos de la infidelidad. Por lo general hay una insatisfacción previa. Entender los motivos ayuda al que sufre la infidelidad a comprender y no autocriticarse. Al otro le permite explicarse y ponerse en posición de reparar.

La clave del protocolo está en el proceso de perdón y reparación del daño. Nunca decimos a quien sufre la infidelidad que debe perdonar, porque sería no respetar su ritmo, sería violentarle. De hecho muchas parejas vienen diciendo: “Jamás hubiera imaginado esto de mi marido/mujer, yo no puedo perdonar esto”. Esto es comprensible, pero te aseguro que acaban perdonando. Es un error muy típico que se produce en terapeutas “buenistas”, empujar moralistamente hacia el perdón. Al contrario, nosotros les invitamos a que no eviten expresar su rabia, su dolor.

Pero para que exista el perdón, es necesario que el infiel tenga una actitud de reparación: que genere un bien, frente al mal que ha provocado. En este sentido un acto reparador fundamental es la absoluta sinceridad en lo sucedido, sin dejar de contar por miedo a herir, o a ser abandonado.

Si quien sufre la infidelidad necesita saber, tiene derecho a saber. Si no quiere saber, tiene derecho a que su pareja guarde silencio. Es el método primero para restaurar la confianza aniquilada. En este sentido, invitamos a que no haya medias verdades porque si luego se comprueba ocultación o insinceridad es muy difícil recuperar la confianza.

Después de haber tratado a tantos pacientes, ¿qué consejo darías a alguien que está cayendo en las redes de una posible infidelidad?

Cuando alguien piensa en ser infiel, y es cierto que primero uno lo alberga en su corazón, le diría que mirara hasta el fondo, sin censuras, su insatisfacción en la relación. Porque esa insatisfacción es seguramente legítima, pero no lo es la respuesta de infidelidad.

Le preguntaría si ha comunicado su malestar a su cónyuge. Muchas veces la insatisfacción se vive en silencio o se oculta a uno mismo y a los demás, o hay un prejuicio hacia el cónyuge, al que se considera incapaz de cambiar, hasta que surge alguien “nuevo” que aparece con la pretensión de resolver esta insatisfacción.

El problema es que no es comparable alguien que conozco de nuevas y que me ha fascinado con alguien ya viejo conocido, con quien ya ha habido heridas. De partida gana por goleado “lo nuevo”, pero suele ser efímero. Es necesario atravesar el dolor, mirar de frente las heridas, estar dispuestos a hacer un camino de reconciliación en el que la pareja se ponga totalmente en juego.

Juan de Haro Requena es psicólogo Clínico y Terapeuta Familiar. Es director de CISAF y del centro de terapia www.sanarlainfidelidad.com.

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