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¿Pierdes los nervios con demasiada frecuencia? ¿Eres agresivo? ¡Mira, cómo puedes cambiarlo!

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Ogulcan Kayacan/Shutterstock

Małgorzata Kwiecinska - publicado el 21/02/17

No es fácil admitir tales comportamientos, porque si amamos a alguien, ¿cómo queremos que sufra?

Más de una vez, conscientemente o no, todos hemos hecho sufrir a un ser querido. Con toda seguridad, no sólo en una ocasión perdimos los nervios y le gritamos a nuestro hijo o le dijimos algunas palabras desagradables a nuestra pareja. Esto aún sería perdonable, pero también hay momentos en los que nos gustaría que nuestras palabras o acciones hiriesen a otra persona, que se sintiera mal por un momento (por supuesto, una vez que las emociones se calman y llega el momento de reflexión, empezamos a arrepentirnos).

No es fácil admitir tales intenciones, porque si amamos a alguien, ¿cómo podemos querer que sufra? Esto parece inaceptable, pero es totalmente natural y universal. De vez en cuando, cada uno de nosotros se deja llevar por las emociones. Así que, en lugar de perder tiempo y energía en culparse, mejor es aprovecharlos para iniciar algunos cambios.

Se dedica mucha atención al tema de la violencia por parte de la víctima. Si la experimentamos, podemos encontrar una gran cantidad de contenidos acerca de cómo lidiar con ella, qué pasos hay que dar (tanto a nivel psicológico, cómo formal). Obviamente, es un problema importante y es necesario ampliar la conciencia en este tema. Sin embargo, se omiten por completo los consejos para aquellas personas que tienden a ser agresivas o incluso utilizan algún tipo de violencia y quieren dejar de hacerlo.

Si crees que esto de alguna manera tiene algo que ver contigo – lee los siguientes consejos.

El paso número uno: acéptalo

Demasiado a menudo, la aceptación se la identifica con tolerar las conductas abusivas (independientemente de si se trata de los demás o de uno mismo). Por eso, muy a menudo preferimos dar saltos entre subestimar los hechos y excusarnos – porque se me provocó, así que tenía el derecho de reaccionar – y atormentarnos por el sentimiento de culpa (con las consiguientes auto-descripciones negativas), en lugar de aceptar los hechos simplemente.

Esto es la aceptación – admitir delante de uno mismo, sin darle importancia ni valor, que dicha situación está ocurriendo. Así que, esto no sólo no significa la falta de respuesta, sino incluso permite la reacción. Los intentos de omitir, excusarse o, por otra parte, evaluar el comportamiento, por lo general traen efectos contrarios a los deseados, aumentando el conflicto interno, y por lo tanto disminuyendo el control de nuestros impulsos agresivos. Sólo cuando aceptamos que en un momento dado pasa lo que pasa, vamos a ser capaces de tomar medidas para cambiar.

El paso número dos: observa las causas y sé comprensivo contigo mismo

A veces sucede que hacemos cosas malas, pero esto no significa que seamos malas personas (especialmente si alguna vez nos han venido a la mente este tipo de reflexiones). Así que, en lugar de condenarnos y centrar en ello nuestra energía, sería bueno pensar en las causas de tal comportamiento. Las podemos buscar en dos dimensiones: en el presente y en el pasado.

La dimensión del presente permite percibir a los llamados activadores que desencadenan reacciones no deseadas. Por supuesto, no se trata dequedar libres de “cargos” y responsabilizar a otra persona de nuestros propios comportamientos. Sin embargo, darse cuenta de que, por ejemplo: me molesta cuando mi pareja minimiza mis logros o cuando habla mal de mis conocidos, permite entender mejor el mecanismo, y por lo tanto puede detenerlo antes de que llegue al punto del que volver será mucho más difícil.

La segunda dimensión se refiere al modo en que se formaron nuestras experiencias pasadas (por ejemplo: me molesta mucho cuando alguien me dice qué tengo que hacer, porque en mi casa mi madre nos dirigía a todos y no tomaba en cuenta nuestras necesidades – una situación similar inicia emociones parecidas, pero que ahora ya no son adecuadas, porque ya nadie amenaza mi autonomía).

Las experiencias tempranas también determinan nuestrasreacciones. Si en el hogar familiar el modo de solucionar los problemas y malentendidos era gritando, y los insultos y la humillación fueron la forma de comunicación, los comportamientos similares inevitablemente se activarán en nosotros cuando estemos bajo una fuerte tensión (a menudo en contra de nuestras intenciones).

Cuando entendamos que nuestras acciones no son el resultado de la mala voluntad, sino del hecho de no tener la oportunidad de aprender los patrones adecuados (o al menos de consolidarlos), una gran parte de la tensión desaparecerá. Y entonces, sólo hay que encontrar y poner en práctica nuevas soluciones en este lugar.

El paso número tres: encuentra las estrategias que te ayuden a lidiar con el problema de forma sistemática

En esta etapa también se debe trabajar en dos aspectos. El primero es el aspecto relacional. Es importante aprender a expresar las emociones,necesidades y expectativas de una manera constructiva (de forma clara y directa, pero a fin de no hacer daño a la otra persona). Puede ser útil aquí el entrenamiento en la comunicación.

A veces es de gran apoyo definir los mecanismos de contingencia, como salir de la habitación / casa cuando las emociones son ya lo suficientemente fuertes como para detener la reacción agresiva o parece ser imposible o muy difícil. Continuar la conversación en este estado, por lo general no conduce a nada bueno, así que es mejor darse tiempo para disminuir el acaloramiento y distanciarse de la situación para volver a los temas conflictivos con más tranquilidad (si aún fuera necesario).

El segundo aspecto consiste en el cuidado del bienestar emocional día a día. Es conveniente saber que la ira nunca se eleva desde cero hasta unvalor máximo en cuestión de minutos. Primero debe aparecer la irritabilidad, el enfado, y la ira cada vez más fuerte, que con el tiempo puede llegar a convertirse en rabia, y ésta sólo conduce a reacciones agresivas (el control en esta etapa por lo general ya no es posible). Así que, si nos sucede que nos encendemos como la pólvora, lo más probable es que las emociones negativas se acumulan en nosotros y no salen de forma sistemática.

Por lo tanto, en el trabajo con nuestras reacciones agresivas, es muy importante desarrollar la capacidad de la autorregulación de las emociones. Es útil aquí encontrar las actividades placenteras, que nos apasionen.

Al mismo tiempo, vale la pena trabajar en el monólogo interior, que nos relajará que en los momentos difíciles. ¿Cómo hacerlo? Preferentemente en una situación neutra (cuando nos sentimos relajados y tenemos un momento para la reflexión) pararnos a pensar – y aún mejor, anotar – ¿qué mensajes serían buenos para apoyarnos (por ejemplo: “respira profundamente”, “tranquilo, no pasa nada malo”). Si practicamos este tipo de frases “en seco”, existe una alta probabilidad de que vamos a ser capaces de utilizarlas cuando la situación se vuelva tensa.

Una buena idea es también el ejercicio regular (en cualquier forma que nos guste), que ayuda a descargar la tensión y reducir el nivel de la tensión percibida de forma permanentemente.

Si se puede implementar al menos algunos de estos consejos, es muy probable que el número de conductas agresivas en relación con los que tenemos cerca se reduzca significativamente. Y aquí es importante que sepamos observar y apreciar incluso un ligero cambio.

No hay que esperar de uno mismo una metamorfosis instantánea. Recuerda que los malos hábitos han persistido durante muchos años y para convertirlos en algo nuevo también se necesita un poco de tiempo. Ejercer la presión no ayudará a mantener la paz y sólo intensificará el estrés y las emociones negativas. Por lo tanto, empieza a ser amable contigo mismo, y tus seres queridos, sin duda, también se beneficiarán de esto.

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bienestarcomportamientoirapsicología positiva
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