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Infancias difíciles: ¿Cómo cambiar nuestra forma de pensar acerca del trauma?

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Fot. Alicia Bock | Stocksy United

Zyta Rudzka - publicado el 15/02/17

El escenario de la infancia suele ser reproducido en la vida adulta. No tiene por qué ser así

Gabi hace todo para que su marido esté contento con ella, pero Andrés sigue quejándose. “¿Por qué has comprado tanto queso? Has aparcado mal el coche. No lo has dejado bien alineado. Por la mañana, algo se te cayó y me despertó y por eso luego, en la reunión con un cliente, yo estaba todo el tiempo cansado. ¿Vas a salir de nuevo? ¿Adónde vas? ¿Todas tus amigas son idiotas? ¿Quién ha cambiado de sitio mis llaves?” Gabi no dice nada, no intenta corregirle, a pesar de su carácter tan desagradable.

Pero, ¿por qué aguantarlo? ¡Porque podría ser peor!

Gabi, que es hija de un alcohólico, sabe que el carácter de Andrés es algo insignificante en comparación con las palizas, insultos, ser echada a la calle y con tirar las cosas por la ventana. Cuando conoció a Andrés, la información clave para ella fue que éste era abstemio. ¡Qué alivio! ¡A un hombre así, puedo manejarlo! Sentía que finalmente iba a encontrar un refugio después de una infancia difícil. E incluso ahora, después de más de diez años de matrimonio, no ve que este sea un mal refugio.

Muy a menudo nos tomamos con ironía el trabajo de los psicoterapeutas a los que acudimos con los problemas matrimoniales recientes, y ellos nos dicen que contemos toda nuestra vida desde los tiempos de Adán y Eva. No sin razón. El escenario de la infancia suele ser reproducido en la vida adulta.

En la casa de Gabi no hay alcohol, pero tampoco hay felicidad

Gabi anda siempre en silencio y de puntillas. Sufre, pero se convence de que juega a ser una bailarina de ballet.

Tenía miedo de su padre y ahora cede ante su marido. Es pasiva, impotente. Los malos recuerdos son como un radar que advierte constantemente: Aprieta los dientes. Aguanta. ¿Recuerdas? Podría ser peor.

Justifica a su marido prepotente. Ella no puede ver que su relación podría ser de otra manera. Sigue mirando el mundo a través de los ojos de la hija de un alcohólico: El papá está enfadado, tengo que apartarme de su camino.

Una mala infancia puede ser una fuente de fortaleza

Y sin embargo, existe una gran cantidad de literatura psicológica científica que muestra que las personas que han alcanzado el éxito en la vida adulta han tenido a menudo sobrecarga emocional negativa en los primeros años de su vida. En la infancia han sufrido abuso, negligencia, abandono, pero fue justo esto lo que construyó su resistencia mental.

Enseñan no sólo cómo sobrevivir, sino también cómo no darse por vencido. Enseñan cómo actuar en una situación de miedo, sufrimiento, impotencia y falta de apoyo. Cómo sacar fuerzas cuando sólo podemos contar con nosotros mismos.

Los viejos traumas no tienen que cortarnos las alas

Un patito feo a menudo se convierte en un hermoso cisne. El autor de este cuento de hadas, Hans Christian Andersen escribió acerca de sí mismo, que había nacido como el hijo no deseado de una lavandera alcohólica y de un zapatero pobre, y se ha convertido en uno de los diez escritores más publicados en el mundo, traducidos a 163 idiomas.

Gabi, como la mayoría de los niños, es probable que llorara por el destino del patito feo, pero ella fue realmente como él. ¿Por qué entonces no le salió bien? Por alguna razón, su doloroso pasado es para ella como un corsé, y no como el capital del que puede extraer su fuerza.

A través del síndrome del “niño maltratado” se puede justificar todo. Es una buena coartada para no hacer nada con tu vida. Para someterse, tener miedo, proteger, perdonar, estar siempre en la segunda fila. Finalmente, excusar a alguien que nos lastima, amar demasiado, estar convencida de que el amor se debe ganar. O tener compasión de si misma. Pensar sobre una misma como en un ser herido, quien se lo merece todo.

Puede haber muchas astillas dolorosas del pasado. Cuando no las superemos en nuestro pasado, podemos sufrir las consecuencias de una infancia difícil en la edad adulta.

Es bueno mirar hacia atrás, pero hay que saber: ¿para qué?

Gabi debe dejar de mirarse a sí mismo como una víctima: No es mi culpa que mi padre bebiera. Lo tenía difícil, pero pude con ello. Ya no soy una niña, no tengo que encerrarme en el museo de quejas y temores infantiles.

Crecer en una casa con adicciones ¡no es razón de tener vergüenza, sino de orgullo! Dile a ti misma: Estoy orgullosa de sobrevivir. Sobreviví porque era fuerte. Así que pienso de mí misma que soy una mujer fuerte. Voy avanzando. Con la cabeza levantada.

Cuida de ti misma

El amor, sentimiento de seguridad, apoyo, respeto y comprensión. Todo lo que Gabi no había recibido de su padre, ahora puede obtenerlo de sí misma.

En la infancia era dependiente del amor de su padre, ahora ya no lo necesita. Tal vez debería cuidar de sí misma. Entonces, existe una posibilidad de no tener que pagar para siempre por su trauma con intereses.

Con el respeto por lo que sientes y piensas. Ahora, no importa lo que pasó, sino ¿qué has aprendido de estas experiencias? ¿Qué es lo que has vencido? ¿Contra cuáles has desarrollado la resistencia? ¿Como esto te ha preparado para el papel de esposa y madre?

Gabi, de niña te hacían daño, ahora eres una mujer adulta, y, por fin, puedes vivir en un mundo en el que tú defines las reglas. Y cuando alguien quiere hacerle daño, no debes dejarle.

Ya no eres una niña indefensa

Te defiendes. Hablas, negocias, estableces. Tienes los mismos derechos que tu marido. En vez de actuar con sumisión, habla. Puedes defender tu derecho a la libertad, a la amistad, a comprar tanto queso como te parece que hace falta. Y si esta pequeña niña sufridora aún sigue dentro de ti, puedes hacerte cargo de ella. Hacer que no llore más, que no se sienta herida ni sola.

Si no sabes cómo hacerlo, puedes acudir a una reunión de los grupos de HAA (Hijos Adultos de Alcohólicos), obtener el apoyo terapéutico y ponerte en contacto con las personas que están tratando de hacer frente a aquello que una vez les ayudó a sobrevivir en un hogar disfuncional, y lo que ahora les dificulta una buena vida.

Crecer significa asumir la responsabilidad de nuestra propia historia. Comprobar la fecha de caducidad de nuestros miedos. Con prudencia y con respeto cuidar de sí mismos. Creo que es mejor trabajar en superarse a uno mismo, en lugar de consentir que nuestras vidas sean gobernadas por miedos infantiles.

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