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Si existiera la renta básica universal, ¿trabajarías?

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© Robert Tadlock

César Nebot - publicado el 13/02/17

Implicaciones sobre una medida que más pronto que tarde... llegará

Si el gobierno de su país le otorgara una renta mensual neta de impuestos a cambio de nada, ¿cambiaría sus decisiones económicas? ¿Alteraría su decisión de participación en el mercado laboral? Y desde la perspectiva del país, ¿qué efectos macroeconómicos puede inducir? ¿Es sostenible? ¿Sería compatible con la estabilidad monetaria y presupuestaria?

Muchas preguntas se plantean ante el debate del establecimiento de la Renta Básica Universal.

Este año 2017, Finlandia se ha convertido en el primer país del mundo en experimentar con la Renta Básica. Aprobaron una renta mensual de 560 euros libres de impuestos, durante dos años para 2000 personas.

Para otorgar esta Renta Básica, se realizó un sorteo entre todos los finlandeses que tuvieran la condición de desempleados en noviembre de 2016 con edades entre 25 y 58 años. El objetivo que se persigue con este experimento consiste en revisar el sistema de incentivos económicos para que los desempleados busquen trabajo; además se desea indagar la posibilidad de simplificar la mastodóntica maquinaria burocrática que se ha ido creando para gestionar la maraña de ayudas y subvenciones públicas de este Estado del Bienestar nórdico.

Lo más parecido en España a lo que se plantea en Finlandia es la prestación por desempleo que consiste  en una cantidad mensual durante un tiempo limitado y ligada a las cotizaciones practicadas durante el tiempo trabajado. Entre otros aspectos, esta prestación difiere de lo planteado en Finlandia pues se suspende la prestación en el momento que se vuelve a tener trabajo; en el caso de Finlandia es independiente.

De buenas a primeras, se podría pensar que este tipo de propuestas son propias de países poco desarrollados, de renta baja o de economías y administraciones poco desarrolladas.

Pero nada más lejos de la realidad; los finlandeses disponen de un salario medio 10.000 euros superior al salario medio español y un tipo medio fiscal para contribuir con su erario público 9.4 puntos superior al español.

Es más, han sido países como Suiza los que llevaron a referéndum esta propuesta. En Suiza se propuso, por iniciativa popular, una renta automática e incondicionada de 2260 euros mensuales libres de impuestos que fue rechazada por un 75% de sus votantes.

En Holanda están desarrollando el proyecto piloto Utrecht en el que 19 municipios van a estudiar la viabilidad de una Renta Básica de 1.000 euros mensuales. En el 2016, en Alemania se presentaron 90.000 firmas en el Bundestag para solicitar un referéndum sobre esta propuesta.

Habida cuenta de estos intentos, cabría preguntarnos si lejos de considerarse propio de economías no desarrolladas establecer una Renta Básica es signo de todo lo contrario.

En el debate, se contraponen sobre el mantel argumentos de diferente calado.

En primer lugar se considera que en el largo plazo va a ser necesaria una Renta Básica en las sociedades de la revolución digital.

La supuesta mejora de condiciones de vida derivadas de los incrementos de productividad de dicha revolución se teme que no puedan provenir directamente del empleo debida a la paulatina sustitución de trabajadores, incluso cualificados, por máquinas.

Esto es en sí controvertido porque aceptando como cierto este supuesto, desligar la renta que perciben las familias de la productividad facilitaría al capital aprovechar todos los márgenes de productividad aumentando la desigualdad en los ciclos expansivos económicos.

No obstante, en ausencia de Renta Básica, ya existe evidencia de que en las crisis económicas se incrementa la desigualdad mientras que ésta no se corrige con igual intensidad en los ciclos expansivos.

Un argumento social se centra en que, en el corto plazo, permitiría acabar con la pobreza.

Tras la crisis, la clase media se encuentra amenazada por la precariedad y la desigualdad.

Según Eurostat, 120 millones de europeos, un 25%, están bajo el riesgo de pobreza y exclusión social. Dar una Renta Básica permitiría de un plumazo superar los umbrales de pobreza.

No obstante, aunque se paliaría en parte por la reducción del coste de administración, preocupa tanto el coste de esta medida como que el gravamen fiscal necesario para su sostenibilidad pudiera revertir estos supuestos buenos efectos.

Por otra parte, sustituir ayudas por la Renta Básica supondría una redistribución de recursos destinados a personas de clase baja o con dificultades a todos los ciudadanos independientemente de sus condiciones, lo que induciría un aumento de la desigualdad.

Hay argumentos relacionados con la libertad de decisión. Quien no dispone de seguridad mínima para su sustento no puede participar libremente en el mercado de trabajo con garantías. Así pues, una Renta Básica permite una mejor libertad de elección sobre la dedicación del tiempo: trabajar, tiempo de crianza, mejora de formación.

Por lo tanto se le atribuyen posibles mejoras de productividad por mejor adecuación de trabajador y empleo; reducción de riesgos derivados de emprender e innovar; y la posibilidad de equilibrar las condiciones de participación en el mercado.

Esto generaría mejoras económicas y sociales a medio plazo que ayudarían a la viabilidad de esta propuesta.

No obstante, en esa libertad de elección se discute el efecto disuasorio que puede tener esta medida incentivando la no participación y fomentando perfiles bajos de renta. Además, si bien los beneficios pudieran venir con cierta probabilidad en el medio plazo, los costes son inmediatos y seguros.

Y usted ¿qué piensa sobre la Renta Básica? ¿Es una propuesta que tarde o temprano vamos a tener que implantar? Si tuviera una Renta Básica, ¿cambiaría sus decisiones laborales y de consumo? Como puede ver, el debate está servido.

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