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‘La tortuga roja’: un film animado, familiar y sin diálogos

José Ángel Barrueco - publicado el 10/02/17

Una historia sobre cómo combatir la soledad

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La tortuga roja es una de las nuevas apuestas de Studio Ghibli, responsable de largometrajes animados como La tumba de las luciérnagas, Recuerdos del ayer, La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro o El viento se levanta. Coproducida entre Francia, Bélgica y Japón, fue un encargo para su director, el holandés Michael Dudok de Wit, cineasta que colaboró con los estudios Disney, y que desde 1992 hasta la actualidad sólo ha rodado cuatro cortometrajes y la película que hoy nos ocupa.

De Wit es un animador, guionista y director que se toma con tranquilidad su trabajo: alrededor de diez años ha tardado en terminar La tortuga roja, que ya ha obtenido varios premios (uno de ellos lo recibió en Cannes) y que es una de las candidatas favoritas para llevarse el Oscar al Mejor Largometraje Animado.

Michael Dudok de Wit es un cineasta atípico. Como vemos, se toma tu tiempo. Sus cuatro cortos (Tom Sweep, The Monk and the Fish, Father and Daughter y The Aroma of Tea) tienen una duración de entre tres y ocho minutos.

Su autor no es nuevo en los premios de la Academia, ya que su segundo trabajo fue nominado al Oscar, y finalmente lo obtuvo por Father and Daughter, una pieza muy especial que cuenta la historia de un padre que se despide de su hija antes de subirse a una barca y desaparecer para siempre; la hija crece, forma una familia y va envejeciendo, pero no deja de visitar el paraje en que su padre y ella se separaron, hasta que, anciana, encuentra la barca en la que él se fue, se tumba a morir y se reencuentran en el más allá.

La particularidad de los trabajos de Dudok de Wit es que nunca se profiere una sola palabra: los personajes no hablan y no hay voz en off, sólo música e imágenes. Que el director narre estas historias sin recurrir jamás a la palabra, confiando sólo en el poder de transmisión de la imagen, es digno de aplauso.

La tortuga roja comienza contándonos el naufragio de un hombre que, como en Robinson Crusoe o en Náufrago, llega a una isla desierta. En lugar de procurarse las condiciones necesarias para sobrevivir durante una larga temporada, su máxima ambición consiste en construir una balsa para salir de allí. Pero, cada vez que se echa al mar, a unos metros de la orilla algo le destroza la embarcación y debe volver a nado para construir otra.

En cada intento se pertrecha y se prepara mejor, hasta que un día descubre que su enemigo es una enorme tortuga de color rojo: la causante de las destrucciones de las barcas. Desde ese momento el náufrago intentará derrotar a su rival, esa criatura que se impone entre él y la salvación. No podemos desvelar más sin pisar la trama, y es importante que el espectador no sepa demasiado al respecto: salvo apuntar que, en determinado momento, la película da un giro hacia el género fantástico.

Tanto en sus cortos como en esta película los personajes de Michael Dudok de Wit son seres humanos que se obstinan en lograr algo, sea un pez para comer, o un reencuentro con el progenitor, o sobrevivir a cualquier precio.

La tortuga roja, con una emocionante BSO de Laurent Perez del Mar, es un filme de tratamiento solemne y exquisito, ideal para ver en familia, con varias situaciones que generan tensión en el espectador. Una historia sobre cómo combatir la soledad y cómo echar raíces cuando el hombre debe acostumbrarse a vivir en un territorio que le es ajeno.

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