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Soy más feliz que cuando tenía una rubia a cada lado

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Revista Misión - publicado el 12/12/16

Vicente One, cara famosa de la TV española, cuenta cómo Fátima le cambió la vida

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La fama lo llevó a las drogas y al alcohol. Fueron años de excesos en los que Vicente One vivió tan rápido como le permitía su bmw M3 y en los que las discotecas lo contrataban como reclamo. Pero, cuando estaba a punto de tocar fondo, afirma que Dios le echó una mano. Tras desengancharse de los estupefacientes, Vicente emprendió otro camino, con una parada especial en el santuario de Fátima.

Separar al hombre del personaje no es sencillo. En mayor o menor medida, todos nos hemos construido nuestro alter ego y, también en mayor o menor medida ese personaje tiende a apoderarse de nuestra vida; y raras veces es para mejor. Podría decirse, en otras palabras, aquello del hombre viejo y el hombre nuevo al que san Pablo se refería.

Algo así le ha sucedido a Vicente One (29 años), a quien separar al hombre del personaje le ha costado mucho, muchísimo, casi la vida: el paso por un centro de desintoxicación, la soledad de saberse sin nadie a quien acudir a pesar de ser un rostro conocido, la experiencia de la indigencia…

Un ganador para el mundo

Como ocurre en las películas, Vicente acompañó a un amigo a un casting, pero fue a él a quien eligieron para participar en el popular concurso de televisión Mujeres y hombres y viceversa (myhyv), en el que varias pretendientas utilizan sus “encantos” para conquistar al “tronista”. A los ojos del mundo, Vicente era un “ganador” que lo tenía todo: éxito, dinero, popularidad, cientos de amigos… Pero la realidad era bien distinta, porque su vida se le escurría entre las manos con la misma rapidez con que él consumía billetes, alcohol y cocaína.

El vacío del placer

Vicente había vivido con su padre hasta que este falleció, justo en el momento en que le llegó la fama. Su paso por la televisión lo condujo entonces a una serie de fiestas y bolos –invitaciones pagadas que las discotecas hacen a famosos como reclamo comercial– que convirtió en rutina diaria el consumo de alcohol, estupefacientes y tranquilizantes.

Estuvo entre seis y ocho meses en myhyv, aunque no lo recuerda bien, quizá porque prefiere borrar de su memoria esa vida de “excesos y ostentación en la que todo estaba pervertido, contaminado. Allí solo valías por tu imagen o tu labia, por nada más”.

A pesar de que se sentía “muy vacío”, Vicente lo achacaba a la ansiedad que le producían las grabaciones. Poco a poco, sin embargo, empezó a identificar que la raíz de su desencanto estaba en su vida superficial y hedonista.

Un “pequeño” milagro

“Tener una madre alcohólica me ayudó a conocer esa enfermedad. Ella comenzaba a beber y no podía parar. Le cambiaba el carácter. Y vi que eso es lo que me estaba pasando a mí”, reconoce. “Mi padre había muerto, así que yo vivía solo en casa y no tenía que dar explicaciones a nadie de cómo estaba ni de lo que hacía. Cuando no bebía, me sentía mal, tenía temblores… Así estuve tres años, hasta que ingresé durante un mes y medio en un centro de desintoxicación.

Yo lo llamo ‘mi pequeño milagro’; no sé ni por qué lo hice, pero ahí comenzó a cambiar mi vida”. Y, en ese “pequeño milagro”, Vicente asegura que “estuvo Dios”, porque “fue el inicio de todo y es imposible que yo, por mi propia voluntad, accediera a dejar el alcohol. Solo pudo ser Dios, que me echaba una mano, no encuentro otra explicación”.

Pero aquel gran paso solo fue el primero. “Cuando salí del centro, los médicos me dijeron que, si quería mantener la abstinencia, no podía volver a casa de mi madre. Me costó mucho, pero lo hice, a pesar de que no tenía a dónde ir: me habían despedido del trabajo por problemas con el alcohol y no tenía nada”.

Fue así como llegó al albergue de Cáritas en Aranjuez. “Casi ni sabía que existían estos albergues y pensaba que solo iban los ‘desechos’. Y ahora era yo el que vivía en uno… ¡quién lo iba a decir!”.

“Tenía mucho miedo a confesarme porque no sabía ni qué decir. Pero el sacerdote me ayudó. Me sentí tremendamente aliviado y comprendí muchas cosas”

De Toledo a Fátima…

Al principio, se mantuvo “muy distante con respecto a todo lo relacionado con la religión”, pero llegó el verano y el albergue cerraba temporalmente, así que lo derivaron a Toledo. “La acogida fue tan buena que decidí realizar el programa de reinserción sociolaboral en Toledo. Y comencé a recobrar la fe”, asegura.

“Mi familia era muy creyente, pero, desde la adolescencia, yo estaba muy separado de la religión. Un día, en el programa de reinserción, fuimos de viaje final de curso a Fátima, y me confesé. En ese momento cambió todo. Todavía recuerdo cómo me sentí después de la confesión. Me emocionó. Fue algo increíble”, cuenta conmovido.

“Tenía mucho miedo a confesarme porque no sabía ni qué decir. Pero el sacerdote me ayudó. Me sentí tremendamente aliviado y comprendí muchas cosas. Ahora hasta tengo la necesidad de ir a misa los domingos. Primero, entreno y, después, voy a misa; el párroco ya me conoce y todo…”.

De la tele a Cáritas

Y explica con sinceridad que, a pesar de las dificultades, ahora es “mucho más feliz, muchísimo más que antes, cuando ganaba más de 15.000 euros al mes, tenía un coche de alta gama, una rubia a cada lado y dormía en hoteles de cinco estrellas. Ahora trabajo en un programa de recogida de ropa de Cáritas y doy gracias a Dios por estar aquí, por la salud y la energía que tengo, por las ganas de hacer las cosas bien. Rezo mucho y pido a Dios que no me deje caer de nuevo en ese mundo…”.

Hoy, Vicente vive en un piso, es independiente, y su mayor aspiración, dice, es “tener una familia, un trabajo y una casa. ¡Que no es poco!”. Su gran éxito, explica, es estar donde está y “no el haber salido en la tele”.

Vicente tiene varios tatuajes, entre ellos uno, con las iniciales de myhyv, el programa que lo hizo famoso… y que también lo llevó a lo más bajo. Entre sus planes está cambiarlo: “Quiero que sea otra cosa: algo que represente al hombre nuevo que soy ahora”.

Artículo originalmente publicado por Revista Misión

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