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Aproximadamente uno de cada siete hombres recibirá un diagnóstico de cáncer de próstata en algún momento de su vida. Según cálculos de la American Cancer Society sobre cáncer de próstata en 2016, este año se habrían diagnosticado 180.890 casos nuevos en Estados Unidos, con unos 26.120 fallecidos.
Sin embargo, acaba de publicarse un nuevo estudio en la Johns Hopkins University School of Medicine con unos prometedores resultados: un hombre con cáncer de próstata avanzado parece haber sido curado después de “atacar hasta la muerte” a su tumor con enormes cantidades de testosterona.
Otros hombres gravemente enfermos demostraron mejorías notables en el mismo estudio. Estos resultados llegaron de forma totalmente inesperada por los expertos, ya que las terapias más empleadas para el cáncer de próstata están basadas en la privación de testosterona a los tumores, ya que el cáncer puede usarlo como combustible.
“Todavía estamos en las primeras etapas de descubrir cómo funciona y cómo podemos incorporarlo en el tratamiento paradigmático para el cáncer de próstata. Muchos de los hombres tienen una enfermedad estable que no ha progresado en más de 12 meses. Creo que podríamos haber curado a un hombre cuyo PSA cayó a cero después de tres meses y ha permanecido así durante 22 ciclos ahora. Su enfermedad ha desaparecido por completo”, anuncia el profesor Sam Denmeade, director del estudio.
The Telegraph informa de que todos los pacientes en el estudio tenían un cáncer que se estaba extendiendo y que era resistente a dos medicamentos de terapias hormonales habituales.
Hace décadas ya que los pacientes de cáncer de próstata avanzado son tratados con la eliminación del suministro de testosterona o bloqueando sus efectos. Pero los experimentos en laboratorio han demostrado que los tumores respondían a ráfagas de altos niveles de la hormona.
Los médicos de este tratamiento usaron en los nuevos ensayos “tres ciclos de terapia andrógina bipolar (BAT) que implica inundar y privar el cuerpo, de forma alternada, de la hormona testosterona”.
Los hombres recibían inyecciones con altas dosis de testosterona una vez cada 28 días, mientras que al mismo tiempo recibían un medicamento que detenía la producción natural de testosterona en los testículos.
El profesor Denmeade manifestó que aún no está claro cómo ha funcionado el tratamiento, pero según parece involucra la señalización de células y parte del proceso de división celular. Las grandes dosis de testosterona también parecían causar rupturas en el ADN de las células del cáncer de próstata.
Las células cancerígenas dejaron de dividirse y se volvieron “senescentes”, lo que quiere decir que “se convirtieron en algo así como ancianos que se sientan a contar historias pero que no causan muchos problemas”, explicó el profesor.
La investigación todavía se considera en “fase inicial” y los expertos quieren ver más estudios para entender mejor qué sucede, pero todos coinciden en que es muy prometedor.