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La palabra de moda: “post-verdad”

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Salvador Aragonés - publicado el 09/12/16

Triunfo de Trump, Brexit,... Cuando los hechos influyen menos que las emociones

La post-verdad (post-truth) ha sido declarada “palabra del año 2016” por el Diccionario de Oxford. El uso de la palabra se ha multiplicado por 2.000. Es la palabra de moda en política y en los medios de comunicación. La post-verdad es cuando los hechos objetivos influyen menos a las personas que las emociones y sus creencias personales. Dice el diccionario que “algunos comentaristas han observado que estamos viviendo en la era de la post-verdad”.

Según un estudio norteamericano, el 70 por ciento de las afirmaciones de Donald Trump en la pasada campaña electoral no eran verdad. Desconozco cómo se puede llegar a este cálculo. Pero los medios combatieron duramente las mentiras de Trump, que ciertamente fueron muchas, pero no pudieron evitar que fuera elegido presidente. La gente oía lo que le gustaba, y ganó.

¿Cuál es la verdad de Trump? Lo que la gente quiere oír, sea o no real. Aquí hace gala el dicho italiano “se non è vero è ben trovato” (A lo mejor no es verdad, pero suena bien).

La directora del diario inglés The Guardian, Katharin Viner, ha dicho que la verdad ya no vende por sí misma –refiriéndose al referéndum sobre el Brexit (la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea—, sino que tiene que emocionar.

La tecnología y las redes sociales han ensuciado la verdad. Un alto porcentaje de jóvenes en Europa y América del Norte se informan de lo que pasa por las redes sociales, donde cabe todo: verdad, mentira, calumnia, difamación, etc. Nadie rectifica en un mundo en que abunda el anonimato.

Los jóvenes hoy observan y se preguntan: ¿Quiénes son los que triunfan? ¿Los políticos que dicen verdades o los que dicen las mentiras más creíbles y agradables? “¡Yo quiero triunfar!”, dicen muchos. Me dijo un día un político al que no tengo aprecio: “no se trata de mentir, sino de mentir bien, de modo que parezca verdad”.

La post-verdad es hoy la consecuencia del relativismo que tanto ha abundado en nuestra sociedad democrática y liberal al querer ningunear, manipular y despreciar la verdad. Hoy la verdad objetiva no existe; existe en su lugar la post-verdad que es lo que uno siente, lo subjetivo. Y de la post-verdad nace también el populismo, y se afianza el nihilismo.

Todos los grandes medios han entrado a analizar recientemente los fenómenos políticos y mediáticos que han llevado al triunfo a enormes mentirosos. Es el caso del referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, llamado Brexit, o de la campaña presidencial de los Estados Unidos, en la que triunfó Donald Trump.

Así, según The New york Times vivimos en “La era de la post-verdad” (24 agosto 2016); The Economist llama a la post-verdad “El arte de mentir” (10 de septiembre 2016). Según el diario italiano La Stampa, I fatti non contano più: è l’epoca della “post verità” (Gianni Riotta, 17 noviembre 2016), y también “Post-verità”, la parola dell’era Trump – Christian Salmon (Repubblica 17 novembre 2016). Y en Francia, “Le monde Diplomatique” tituló: « ¿Politique post-vérité ou journalisme post-politique? » (Frédéric Lordon, 22 novembre 2016). La lista sería interminable. La discusión está en la calle.

En tono de broma alguien apunta que si el diario Pravda (Verdad en ruso) se apunta a la post-verdad debería llamarse en adelante “post-Pravda”.

Así cuando hablamos de post-modernismo, post-humanismo, post-lo-que-sea-… con el “post” no indicamos algo concreto, algo sólido, sino algo espumoso, que no tiene contornos, indefinido, verdadero o falso. Como el futuro nadie lo ha visto, se puede decir todo, y lo contrario de todo.

¿Qué hacer? No podemos jugar con las personas, obligándolas a vivir en la mentira y el engaño. En el periodismo, tenemos que volver a las fuentes seguras, creíbles y contrastadas.

Lo dice el Decano de la Facultad de Periodismo, Universidad de Columbia, Steve Coll. En una entrevista publicada en El País, 27 noviembre 2016, afirma que los medios deben ser críticos, deben hacer frente a las mentiras de las redes sociales, a la contaminación de la mentira en nuestra sociedad.

Los medios deben ser creíbles, “fiables”, buscar la confianza de su público, frente a las redes sociales que seguirán publicando mentiras, a veces muy gordas, y creíbles para un tipo de público menos culto.

Vivimos en el reino de la mentira, y el hombre así no puede ser feliz. El periodista debe ser riguroso, demostrar profesionalidad y no seguidismo, investigar, contrastar. De las redes sociales puede salir cualquier cosa porque nadie controla su veracidad ni lo que se dice, ni quién lo dice.

El lema de no pocos medios de comunicación y de no pocas universidades es la frase evangélica “la verdad os hará libres” (Jn, 8, 32), y para buscar esa libertad deben romper con la post-verdad.

¿Qué hay después de la verdad? Solo puede haber mentira y falsedad, solo puede haber vacío. Una sociedad no puede vivir de la mentira, la cual nos llevará al populismo, al nihilismo, en definitiva a la esclavitud. Solo la verdad nos hará libres. Y como dice el papa Francisco en Misericordia et misera (n. 6), “la verdad va de la mano de la belleza y del bien”, y también de la libertad y del amor. ¿O es que queremos un mundo sin belleza y sin amor?

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