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Cómo las dificultades económicas cambiaron mi forma de ver el dinero

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Peter Cade | Getty Images

Eliana Osborn - publicado el 07/12/16

Puede ser una experiencia humillante... pero todo puede cambiar cuando se ven otros puntos de vista

Bajé la cabeza cuando salí del consultorio del pediatra, al ver lo que tenía que pagar por la consulta. Tuve vergüenza de no tener ahorros, vergüenza de no ser “mejor” en la gestión del dinero. Y peor aún, no era mi elección vivir de esa manera. Yo había decidido dejar mi empleo a tiempo completo antes de que naciera mi primer hijo.

Digo que fue una “opción”, pero, como muchas mujeres, pensé que equilibrar trabajo y familia al mismo tiempo sería extremadamente difícil. Habíamos adoptado a tres hermanos y, en el último minuto, un embarazo inesperado (aunque muy deseado), de un bebé que tenía problemas de salud y necesitó cuidados en casa durante un cierto tiempo.

Parecía que la mejor opción para mi familia era tener al padre o a la madre en casa todo el tiempo para gestionar la familia. Y yo había hecho las cuentas: sería apretado, pero un salario sería suficiente. Pero luego supe que “apretado” funcionaba sólo en un mes perfecto, sin gastos de emergencia. Mi primer hijo ya tiene diez años, y al mirar atrás, pienso que nunca tuvimos ese tal mes perfecto.

Algunos sacrificios iniciales me parecieron obvios: dejé de gastar dinero en mis cosas “fútiles”: zapatos y libros. Empecé a usar Internet en la biblioteca pública para evitar el gasto en casa. Cortamos Internet, el teléfono celular. Pero, a pesar de nuestro presupuesto cuidadoso y los sacrificios, en el curso de un año tuve que sacar de mi pensión privada sólo para pagar nuestras cuentas regulares.

Leí recientemente un nuevo libro sobre los pobres en los Estados Unidos, $2.00 a Day: Living on Almost Nothing in America. La socióloga Kathryn Edin narra el día de los más pobres del país: personas que, literalmente, no tienen alimento en casa, ni leche de fórmula para el bebé, ni siquiera casa.

Es devastador vivir en la pobreza extrema, e inmediatamente vi que yo tengo suerte: tengo poco dinero, pero nunca fui pobre al punto de no tener un lugar para vivir. Ese es otro tipo de pobreza, en que la falta de dinero es tan arraigada que no existen opciones, lo que los sociólogos llaman pobreza “generacional” en vez de pobreza “situacional”. El simple hecho de que yo tenga una cuenta de pensión para sacar dinero significaba una situación mejor que la de muchos.

Los estadounidenses de clase media muchas veces tienen poca experiencia con aquellos en la parte inferior de la escala económica. Generalmente vivimos alrededor de personas con rendimientos semejantes. Así, esta nueva experiencia del presupuesto apretado –y muchas veces ni siquiera capaz de satisfacer el mes– era nueva para mí. Fue un atisbo ver cómo es la vida de las familias en situaciones más terribles.

Para ser honesta, la peor parte fue la siguiente: yo me sentí un fracaso. Simplemente me faltaba el aire cuando iba a intentar pagar las cuentas. No hablé con nadie sobre el estrés en el que vivía ya que la falta de dinero es algo que tenía que esconder.

Pero, al mirar ahora atrás, puedo decir que mi ejercicio de una década con un presupuesto extremo terminó siendo positivo: desarrollé una nueva relación con el dinero, que es más acorde con mis valores espirituales.

Sospecho que otras familias, especialmente aquellas que vivieron la Gran Recesión, tuvieron experiencias semejantes. Mi amiga Mary vive al este de Canadá y pasó por problemas económicos. Cuando le pregunté cómo la lucha económica había impactado la forma como ella ve el dinero, me dijo:

“El primer año después de que Bob comenzara el negocio, estábamos con problemas económicos. Yo siempre fui buena con el dinero y cursé administración y era, y aún soy, muy económica, pero la primavera pasada estábamos en el fondo de nuestra línea de crédito empresarial y tuvimos que usar nuestra línea de crédito personal para pagar la reparación del coche. Yo comencé a cortar gastos, y nosotros simplemente no gastamos nada en extras”.

Ella sacó dos conclusiones: “la primera puede sonar a cliché, pero es importante: que nosotros aún teníamos todo: niños sanos, un hogar y una familia amorosa. La segunda, más reveladora, es que antes yo había sido un poco avara. Ahora soy más generosa con lo que tenemos, y soy más consciente de cómo el dinero puede afectar negativamente a las relaciones cuando se vuelve el centro de todo”.

Cuando estás contando cada centavo, el “significado” del dinero sólo se vuelve práctico: una cierta cantidad de dinero comprará tus provisiones, otro montante pagará tus cuentas. Así, el dinero pierde su peso emocional, en algunos aspectos (es sólo una herramienta que te dará lo que necesitas).

E incluso si tienes la suerte de tener más de lo suficiente, es sólo una herramienta. No hay nada inherentemente bueno o malo en el dinero. Y, sin embargo, muchos de nosotros podemos sentirnos confundidos y hasta culpables, al respecto.

Otro consejo: yo soy escritora freelance y editora, lo que significa que en esta loca economía a veces tengo mucho trabajo y a veces no tengo trabajo suficiente. Cuando acumulo un trabajo o dos significa que inevitablemente necesitaré ayuda, a veces con los niños o con las labores domésticas, mientras trabajo.

Yo crecí en circunstancias económicas extremadamente apretadas y mi mamá nunca tuvo ayuda. Interioricé la idea de que soy “mimada” por buscar esa ayuda. Eso de alguna forma me hace sentir como una ostentación, como si yo tuviera dinero suficiente para que otras personas hagan mi trabajo.

Pero la realidad es que si yo tengo un gran trabajo, no puedo hacerlo y simplemente abandonar a los niños y el servicio de la casa. Entonces contrato ayuda, pero me siento mal con ello.

Es una sensación difícil, incluso cuando entiendes todo lo bueno que surge de la ayuda que contratas: los niños aman a la niñera, yo la amo; mi marido ama la casa limpia donde no tenemos que pasar nuestro sábado limpiando. Quien hace el servicio también se queda feliz por su beneficio. Tuve que revisar una tendencia a pensar que gastar dinero era inherentemente malo.

Pero intento recordar que el dinero no es moral o inmoral en sí. Puede ofrecer cosas positivas. Es lo que haces con él lo que importa. Nosotros debemos tener el objetivo de gastar nuestro dinero de una forma que haga bien al mundo.

El dinero, como muchas otras cosas, está lleno de bagaje y emoción. Gracias a mis años de presupuesto apretado, mis opiniones son muy diferentes hoy.

Yo uso el dinero como una manera de poner mis prioridades en acción. Para mí, eso significa un diezmo del 10% además de otros donativos de caridad para organizaciones en mi comunidad, como escuelas, banco de alimentos y refugio para mujeres.

Eso significa que si ahora tenemos incluso un poco más de lo que necesitamos, como familia, consideramos las necesidades de los otros.

Significa, también, hablar de opciones de dinero con mis hijos, algo que mis padres nunca hicieron. Cuando planeamos un gran viaje, explico que es mejor alquilar una película que ir al cine, comer en casa que afuera. Es bueno para mis hijos que vean que un presupuesto limitado en cierta época puede posibilitar unas buenas vacaciones más adelante.

Es bueno para ellos ver que el dinero significa elecciones, que cualquier cosa además de la renta, comida y cuidados médicos es un lujo. Nosotros también elegimos qué apoyar: banco de alimentos, pero no el refugio de animales, por ejemplo. Todos tenemos prioridades, y pensar deliberadamente sobre cómo cuidar de nosotros mismos y de los demás es una habilidad de vida.

Yo intento enfatizar que trabajar duro es lo que importa. Y mi marido quiere que nuestros hijos sepan que su trabajo debe ser significativo e importante. Que ellos también necesitan pagar las cuentas, y mirar a las personas que tienen menos que ellos. Cuanto más intentamos enseñar a nuestros hijos sobre el dinero, más nos damos cuenta que es una cuestión sutil y multifacética.

Ellos no comprenden (o están de acuerdo) completamente, pero yo lo sigo intentando. Muchas veces siento que mis hijos tienen mucho. Todo lo que puedo esperar es que ellos comprendan el poder del dinero a través de su propio trabajo duro, y de sus propias elecciones y responsabilidades.

Espero que ellos siempre tengan lo suficiente para sus propias necesidades y lo suficiente también para ayudar a aliviar la carga de alguien en la comunidad.

Por Eliana Osborn

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