Acabamos de atravesar una larga temporada política en Estados Unidos repleta de palabras fuertes, feas, insultantes y repulsivas, acompañadas de únicamente un puñado de palabras destinadas a levantar nuestro espíritu. Durante esos meses —y estas semanas de inquietud—, he decidido buscar palabras hermosas que transmitieran dulzura y me ayudaran a dejar atrás el hostigamiento.
He aquí unas pocas de mis palabras favoritas de la naturaleza que me ayudaron a calmar mi mente estresada.
Evanescer: desaparecer lentamente; desvanecer; desaparecer gradualmente de la vista. La definición evoca a las nubes, especialmente a las nubes matinales, esos ligeros mechones de estratos que revelan los colores de un amanecer y van disminuyendo conforme se intensifica la luz del día. Tengo una sensación de evanescencia en mi corazón cuando el entendimiento —una revelación— disipa cualquier acumulación que bloquee mi claridad.
Pulular: brotar y echar renuevos o vástagos; existir en abundancia. Me encanta la forma en que esta forma abarca la esencia de la vida vegetal. La naturaleza no solo hace surgir un crecimiento renovado, sino que lo hace en tiempos cíclicos. A menudo rezamos y trabajamos para que pulule el amor de Cristo, de forma gradual, dulce y fructífera. Una linda imagen de una evangelización constante.
Desleír: derretir, licuar, disolver, atenuar. Hay ciertas especies de setas que tienen una característica fascinante; una vez se han desarrollado totalmente, usan sus propias encimas para descomponerse y licuarse y así permitir el desarrollo de sus esporas, es decir, sus semillas. Es una forma de autosacrificio que nutre un crecimiento nuevo. Desleír guarda también el significado de mitigar o atenuar la expresión de una idea, que, precisamente vista la dureza en la expresión que hablábamos al comienzo, no vendría mal para facilitar el entendimiento. Dos hermosos conceptos.
Atronar: que asorda, perturba, aturde con ruido como de trueno. Los sonidos de la naturaleza a veces pueden poner nuestros sentidos alerta. Un sonido horrísono puede prevenirnos sobre algo poderoso y posiblemente amenazante en nuestra dirección. Dudaremos en un instante sobre si nos acecha el peligro de una tormenta o un terremoto. La marea de sonido que deja un trueno a su paso nos recuerda a un nivel básico nuestra fragilidad y la magnitud de Dios, así como la potente aparición del Espíritu Santo a los apóstoles.
Refulgente: que emite resplandor, radiante. Luciérnagas y medusas —y otras cuantas especies más— poseen elementos en sus cuerpos que las hacen bioluminiscentes. ¡Crean luz por sí mismas! Rezaré durante las semanas siguientes por que más de nosotros ofrezcamos una fe refulgente que emane luz visible para los demás.
Elíseo: relativo a los Campos Elíseos de la mitología griega, lugar de reposo bendito para los muertos, así que, por extensión semántica, puede significar delicioso, dichoso. Muchos de nuestros prójimos tienen problemas, en sus circunstancias actuales de estrés y presión acuciantes, para encontrar la felicidad. Algunos sienten un intenso temor exacerbado por los sucesos recientes. Confío en que, juntos, podamos animarnos mutuamente para que algo de esa paz elísea pueda llegarnos a este lado del paraíso.
Estuario: desembocadura de un río caudaloso en el mar. Hace tiempo, al principio, cuando buscaba asentar mi relación con la santidad, me entusiasmó todo el simbolismo que brinda un estuario cuando vi uno por primera vez. Lo escuché antes de verlo, un rápido fluir que hacía repiquetear los guijarros a medida que fluía hasta fundirse en el océano Pacífico. Ahora me resulta obvio que, al margen de lo pequeño o fuerte que sea nuestro fluir, todos podemos ser estuarios contribuyendo al océano de misericordia.
Apogeo: punto culminante de un proceso. La emoción en relación a la reciente superluna, en su perigeo (mínima distancia) de la Tierra, despertó el sobrecogimiento de muchos en el mundo. Sentada en mi patio trasero, concienzudamente envuelta en una manta, yo también me maravillaba con la luna y reflexionaba sobre los ciclos de la fe. Si yo orbito en torno a Jesús, ¿en qué momentos me encuentro en el apogeo de mi confianza?
Pelúcido: transparente o traslúcido, que permite un máximo paso de la luz. Un amigo de la iglesia es terapeuta de salud mental. Un domingo, le transmití mi satisfacción por haber limpiado las ventanas de casa antes de la llegada del invierno. Él respondió que hay pocas cosas que deleiten más a un terapeuta que cuando un cliente decide “descorrer las cortinas” o “limpiar ventanas”, es decir, cuando se han abierto finalmente y el proceso de curación incrementa enormemente. Me gustó aquella imagen, la apertura a un incremento de la luz, y cómo puede relacionarse con la reconciliación: un estado pelúcido del alma.
Nastia: Una referencia visual te ayudará a reconocer este término botánico: la apertura o el cierre de las flores en respuesta a los cambios en la intensidad de la luz. La definición completa general es, básicamente, un movimiento pasajero de determinados órganos de un vegetal frente a un estímulo de carácter externo, no necesariamente orientado en la dirección del estímulo. Un tipo de movimiento nástico es la apertura de la flor debido a un aumento de la luz. Yo siento, a veces, una reorientación nástica por la presencia de la luz de Cristo, que me lleva a abrirme todavía más.
Meditemos sobre estas dos últimas definiciones durante un par de semanas…
Hoy celebramos a...