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Un examen «nocturno» para ayudarte a ser mejor esposa

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Jessica Byrum | Stocksy United

Angie Windnagle - Aleteia For Her - publicado el 23/11/16

La simple práctica espiritual cambió mi matrimonio. Y no es sólo para esposas: ¡Esposos, tomen nota!

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El pequeño de mis hijos no llega a los dos años, pero ya le encanta un buen libro para pintar con sus ceras de colores (ya sabes, después de superar la comprobación inicial de “¿comestible o no?”). Se sienta en total concentración e inclina su cabecita y su cuerpecito sosteniendo la cera con la precisión del que está a punto de crear una obra de arte.

Después del primer trazo, su cuerpo cambia y la cera vuela libremente por el papel, descuidada, dibujando las típicas líneas de un niño pequeño.

Me resulta fascinante, porque únicamente trata de imitar a sus hermanos. Con tres niños (que pronto serán cuatro), he podido observar ese desarrollo innato que tiene lugar desde el momento en que crean líneas erráticas hasta las pinceladas más detalladas y esmeradas. Y no solo a la hora de colorear, sino con todo lo que aprenden en la vida. Están ajustando sus capacidades como seres humanos, y eso es algo increíble que observar.

Cuando empezó mi matrimonio, mi corazón estaba repleto de esa misma tenacidad que manifiesta mi hijo. Mi actitud en muchos sentidos era la de, “¡sí, ya lo controlo! Hora de sentarse y ponerse a trabajar”. Igual que mi pequeño, me entusiasmaba el estar haciendo lo que había visto hacer a tantísimos matrimonios preciosos antes que yo. Era un poco ignorante de lo que de hecho era necesario para crear la obra de arte de un matrimonio santo… Pero por entonces, yo era toda ilusión por empezar con mi matrimonio.

Pero como pasa a todas las parejas, empezamos a crecer. Y pasó igual que con mi hijo mediano, de tres años, para quien colorear ya no es tan fascinante, sobre todo cuando ves a otros crear espléndidas obras de arte y tú sigues afanoso intentando que el lápiz de color no se salga de las líneas. Yo quería santidad y un amor profundo y duradero. Pero ahí atascada en un punto intermedio, me sentía frustrada.

Rezaba regularmente y hacía un breve examen de conciencia todas las noches, reflexionaba sobre mi día en general, buscaba el perdón y rezaba por hacerlo mejor el día siguiente. Pero había algo que me instaba a profundizar más, a lograr una forma de tomar las riendas de mi manera de vivir mi vocación del matrimonio, y no solo vivir una vida generalmente honesta.

Quería encontrar una forma de plantearme un desafío que me enseñara a no salirme de las líneas, por así decirlo, y empezar a trabajar en esa obra maestra que deseaba.

Durante este periodo leía los escritos de santa Madre Teresa en Ven, sé mi luz. Al final del libro, expresa su opinión sobre cómo examinar un voto o una promesa específica que asumiera para su vida. A continuación reflexiona sobre una serie de cuestiones que analizan cuán bien vivía su fe día tras día. Sus respuestas son directas y sinceras. No hay lugar para justificaciones. Va directa al grano y asume sus responsabilidades.

Leer a Madre Teresa creó en mí el profundo deseo de ese tipo de reflexión en mi propia vocación. Quería ir más allá del sentido general de hacer el bien y seguir los mandamientos, quería profundizar mucho más y empezar a resolver las imperfecciones, para así poder ser una mejor esposa.

Esto me condujo a la práctica del examen interior. Si nunca has rezado con esta práctica, un examen concreto es una forma más intensa y enfocada que el breve repaso diario al fin del día. Precisamente como el niño que aprende a respetar las líneas en vez de simplemente asegurarse de que el color se está plasmando en la página.

Un examen se centra en una parte específica de la vida o la espiritualidad y nos ayuda a escudriñar más hondo para poder desvelar los elementos que nos impiden amar como Dios querría que amáramos. Muchos santos han recomendado esta práctica para una vida de oración fructífera.

El formato general es establecer un tiempo de oración y revisar lenta y concienzudamente una serie de preguntas y reflexiones, abrir el corazón (estas preguntas o instigaciones se basan normalmente en la virtud concreta que se quiera trabajar).

A partir de estas preguntas, podemos descubrir las áreas en las que hemos errado y luego pedir perdón, con la determinación de mejorar en esta área en el futuro.

Este tipo de oración surgió en mi matrimonio a causa de unos cuantos años de desagradable egoísmo fruto de no admitir nuestros propios errores y, en vez de eso, culpar a los demás. Sentíamos el estrés y el dolor y nos centrábamos más en protegernos individualmente que en buscar juntos el perdón y la santidad.

Aunque todavía rezábamos juntos y por el bien del otro, no profundizábamos espiritualmente en el propósito de crecer en virtud. Así que empecé a plantearme preguntas en mi corazón sobre mi matrimonio y mis acciones, con el mismo espíritu de los escritos de santa Madre Teresa:

  • ¿Hablo con palabras buenas, sinceras, amorosas y bellas cuando hablo con mi cónyuge? ¿O tal vez uso palabras duras, críticas y sentenciosas?
  • ¿Me quejo de mi cónyuge (interiormente o en voz alta?
  • ¿Comparto con otros información sobre mi cónyuge que no se supone debería compartir, como errores o defectos?
  • ¿Culpo a mi cónyuge de mis propios errores?
  • ¿Me aferro a mi orgullo cuando mi cónyuge tiene alguna queja o asumo con paciencia mis errores?

Estas cuestiones iniciales evolucionaron hasta crear un Examen nocturno para maridos y esposas para ayudarme mantener la concentración en la voluntad de Dios para mi vida y en la santidad para esta vocación.

Para realizar este examen, tomo la lista completa de las preguntas y, antes de dormir, busco un lugar tranquilo de oración. Empiezo pidiendo gracia. Luego rezo con las preguntas lentamente. A veces algunas preguntas no son cosas que necesite trabajar en ese momento, así que no insisto mucho en ellas.

Sin embargo, el Espíritu Santo tiene una magnífica forma de apretar mi corazón cuando llegan las preguntas que necesito meditar y las áreas en las que necesito desarrollo. Si ha sido una semana larga y he hablado con dureza a mi marido, dedico un tiempo especial a reflexionar sobre ello y a pedir a Dios el perdón y la gracia para buscar el perdón de mi marido y mejorar yo misma.

Mi marido usa el examen de forma similar y reza por su cuenta para reflexionar sobre las formas en que puede mejorar como esposo.

En el ámbito espiritual, nos ha ofrecido la oportunidad de retroceder de nuestro egoísmo y reorientar nuestros corazones en dirección al paraíso y recíprocamente entre nosotros. Se ha convertido en una evaluación espiritual de nuestro matrimonio y podemos recurrir a este examen cada vez que sintamos la necesidad y para ver cuánto hemos evolucionado o detectar las formas en que podemos mejorar nuestro amor. Nos ha ayudado a crecer en compasión, comprensión, paciencia y amor.

Esta práctica, aunque sea ocasional, puede abrir un oasis de gracia en tiempos difíciles o de crecimiento.

San Francisco de Sales atraviesa varios exámenes particulares para preparar un alma para la confesión general en su libro Introducción a la vida devota.

El sacerdote Michael Gaitley dispone de un sistema más simple que conduce al lector a través de una serie de preguntas sobre misericordia en su libro Consolando al Corazón de Jesús. Mi propia meditación para el examen de una persona casada está basada en la enseñanza y el estilo del padre John Hardon en su obra Catholic Prayer Book [Libro de oración católica].

¿Son imprescindibles estos exámenes? No, claro que no. Pero esta práctica, aunque sea ocasional, puede abrir un oasis de gracia en tiempos difíciles o de crecimiento.

Uno de los caminos para este crecimiento es un examen concienzudo de nuestros errores personales, al tiempo que intentamos vivir nuestras vocaciones con el propósito de aprender y con una intensa oración. Trabajamos por nuestra santidad en el camino que Dios ha establecido para nosotros.

No estoy ni mucho menos cerca de las obras de arte de matrimonio que he conocido, ni tampoco cerca de la santidad que deseo, pero realizar un examen particular para mi vocación ha traído unos frutos innegables. A medida que desvelo mis partes oscuras, percibo la luz y la sanación que arraigan cada vez más en nuestro matrimonio.

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