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4 razones del porqué la gente evita ir a terapia o no sigue adelante

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Colleen Duggan - publicado el 09/09/16

Si los directores de empresa pueden hacer planes para mejorar su rendimiento, ¿por qué yo no?

Recientemente he vuelto a ir a a terapia. No busco ayuda terapéutica porque tenga una adicción o porque sea una adúltera empedernida, sino porque estoy pasando por una crisis matrimonial muy fuerte.

Voy porque, a veces, cuando estoy estresada o cansada, o cuando el cielo está nublado, no consigo controlarme lo suficiente para morderme la lengua. Conocer a alguien que me ayuda a crear estrategias para combatir esta debilidad personal ya me ha proporcionado efectivos positivos. Los directores ejecutivos crean planes empresariales todo el tiempo para mejorar el rendimiento financiero y, ya que yo soy codirectora ejecutiva de la “empresa” familia Duggan, no puede ser malo crear un plan de actuación para mí misma.

Me he dado cuenta de que muchos católicos recelan de la terapia, y lo entiendo. No sería de ayuda si, por ejemplo, un terapeuta me aconsejara que tomara la pastilla anticonceptiva y dejara de educar a mis hijos en casa como la solución para el estrés que siento en mi vida familiar. Ya he adivinado que la píldora y un colegio no resolverían mis problemas, pero desarrollar habilidades para afrontar la inestabilidad emocional sí que podría, y no quiero tener que defender mi fe o mi estilo de vida delante de una persona que no me entiende. Aunque dejara de tener hijos y los que tengo los llevara a la escuela, seguiría luchando con mi temperamento.

Una vez dicho esto, ni un solo terapeuta de entre unos cuantos que he visitado ha sugerido nunca un cambio de estilo de vida que viole mi conciencia o mi sistema de valores. Todos ellos han respetado mis creencias personales, e incluso muchos de ellos eran católicos también.

Sin embargo, tengo la sensación de que algunos católicos se encuentran vacilantes en cuanto a la terapia por otras razones que no tienen que ver con el terapeuta en sí. Como voluntaria activa en el ministerio de la Iglesia, a continuación describo cuatro conflictos con los que luchan los católicos al decidir si buscar ayuda fuera o no (y mis refutaciones).

1. Pensamos que los rezos y la formación espiritual es suficiente. Dios puede utilizar los sacramentos para recomponer a cualquiera en cualquier momento. Puede extender la mano y ¡voilà!, curado totalmente. Pero, ¿qué ocurre si Dios también desea que te cuides a ti mismo? ¿Y si utiliza los sacramentos para dar pie a que busques ayuda adicional? ¿Has tenido alguna vez algún pensamiento agobiante o la intención de descolgar el teléfono y pedir una cita para hablar con alguien sobre tus problemas? A lo mejor el Espíritu Santo trata de decirte algo.

¿Te han dicho en alguna conversación cotidiana o el cura en confesión “¿has pensado alguna vez en asistir a terapia?”? Si es así, a lo mejor eso te puede dar que pensar. Fue la recepción frecuente de sacramentos (y algún comentario de otras personas) lo que me hizo darme cuenta de que no podía solucionar mis problemas de pareja yo sola.

2. Es muy caro. Sí, esto es cierto, la terapia puede ser costosa. Pero, ¿qué es más caro?

¿Una relación tirante?

¿Los problemas de salud porque te guardas todas las emociones o porque tus emociones se filtran en los demás todo el tiempo?

¿Cuánto cuesta un divorcio?

Seguramente la terapia implique algunos gastos por adelantado, pero si realmente necesitas ayuda y no la recibes, esa decisión puede arruinarte, y no solo en lo económico. Además, es posible que puedas hablar desde el principio sobre tu presupuesto con el terapeuta. Algunos terapeutas pueden tener un número de sesiones como objetivo, en función del tipo y número de preocupaciones. Reservar un presupuesto de 100 dólares para 15 sesiones cada uno es distinto a preparar 200 dólares adicionales al mes durante muchos años o para el resto de tu vida.

3. El problema lo tiene mi pareja, y él o ella no quiere ir conmigo. A lo mejor te has casado con un adicto al porno, un adúltero o un alcohólico, o simplemente una persona que no está bien emocionalmente. A tu pareja, sin duda, le falta un montón de habilidades interpersonales, lo que puede provocar que interactuar con ella suponga un desafío.

Pero, puede que también tú tengas algo en tu interior que necesite un vistazo. ¿Algunos patrones emocionales poco saludables que puedan beneficiarse de una consulta? Puede ayudar en primer lugar sacar la viga de tu propio ojo y entonces ver bien para sacar la paja (por muy grande que sea) que está en el ojo de tu hermano.

4. Puedo apañármelas yo solo. La verdad es no, seguramente no. Hemos sido creados para vivir en comunidad. “Por el intercambio con otros, la reciprocidad de servicios y el diálogo con sus hermanos”, afirma el Catecismo de la Iglesia católica, “el hombre desarrolla sus capacidades; así responde a su vocación” (CCC 1879).

Las interacciones que tenemos con otras personas nos ayudan a comprendernos mejor y a alcanzar todo nuestro potencial. No podemos convertirnos en las personas que debemos ser por nosotros mismos. Necesitamos ayuda. Cuando estamos enfermos, vamos a un médico para que cure nuestros cuerpos. Cuando necesitamos curación espiritual, vamos a un cura. Y, a veces, independientemente de nuestro talento y éxito, debemos buscar a un experto para que nos ayude a manejar nuestras emociones.

Si piensas que necesitas a un terapeuta católico, infórmate. Seguro que en tu parroquia o diócesis puedes encontrar información.


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