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The Get Down: Más allá de la calle 110

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Netflix

Tonio L. Alarcón - publicado el 20/08/16

En su primer trabajo televisivo, Baz Luhrmann ha llevado adelante un ambicioso retrato del nacimiento del hip-hop en Nueva York

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En el segundo episodio de The Get Down, “Busca a aquellos que aviven tu llama”, uno de los grandes pioneros del hip hop, Grandmaster Flash (Mamoudou Athie), le enseña a los protagonistas, y especialmente a Shaolin Fantastic (Shameik Moore), que el secreto del DJing consiste en coordinar la reproducción consecutiva de la sección rítmica de dos discos idénticos, y lograr así la (aparente) sensación de que se trata de una melodía continua, sin interrupciones.

Una escena que no es una simple exhibición pedagógica para no iniciados, sino, sobre todo, una declaración de intenciones por parte del cocreador de la serie, el australiano Baz Luhrmann: no sólo porque el propio producto está construido como una mixtura de influencias –el cine policíaco de los 70, la blaxploitation, la propia Romeo + Julieta de William Shakespeare…– que van entretejiéndose de forma natural, sino también porque algunas de sus secuencias musicales están concebidas, precisamente, desde la mezcla, desde la interacción de estilos distintos, para generar al final una intensa sensación de unidad.

La serie tiene la ambición de narrar, a ras de suelo –o, lo que es lo mismo, desde la realidad de la Manhattan de mediados/finales de los 70–, la transición desde el apogeo de la música disco hasta el nacimiento, en lo más profundo del Bronx, del hip-hop. Y lo hace, inspirándose en el cómic Hip-Hop Family Tree de Ed Piskor, estableciendo una relación directa con otros movimientos culturales neoyorquinos de la misma época, como el graffiti o el breakdance –no es baladí que Shaolin Fantastic sea inicialmente grafitero antes de convertirse en DJ–, pero también trenzando las desventuras de sus protagonistas con los acontecimientos que marcaron la historia de la ciudad.

Ahí es donde el dramaturgo Stephen Adly Guirguis, oriundo de Nueva York y de larga carrera en el Off-Broadway, toma las riendas de la ficción para construir un trazado argumental que, si bien se asienta sobre estereotipos dramáticos de origen racial –la historia de amor de Ezekiel (Justice Smith) y Mylene (Herizen F. Guardiola), la vida criminal de Shaolin Fantastic, las actividades ilícitas de “Papa Fuerte” (Jimmy Smits)…–, en realidad los utiliza como base sobre la que construir esa especie de novela-río neoyorquina que The Get Down parece que tiene la ambición de acabar siendo.

Pero que el lector no espere una especie de The Wire musical, porque no es eso lo que Luhrmann ha querido crear. No hay más que repasar su filmografía para darse cuenta de que está principalmente orientada hacia revestir historias trágicas –como las de Moulin Rouge o El gran Gatsby– de gran espectáculo, sosteniéndolo sobre canciones pop cuidadosamente escogidas.

El universo expresivo del australiano avanza a golpe de melodía pegadiza, y por eso mismo, The Get Down le da más importancia a los números musicales, y a la exploración que el director hace en ellos de la cultura musical de la época, que en el desarrollo dramático de la historia de fondo. Eso es lo que lo convierte en un producto irregular, por momentos desequilibrado, que mantiene el interés del público, aparte de por el talento de los actores escogidos –no sólo en lo interpretativo, que también, sino asimismo a la hora de bailar y cantar: atención al número musical climático del sexto episodio, “Levanta tus palabras, no la voz”–, a golpe de genio inesperado.

Es difícil resistirse al talento de Luhrmann para concebir y coordinar secuencias musicales, pero además, en este caso, su colaboración con estrellas del hip hop como el mismísimo Grandmaster Flash, Kurtis Blow o Nas, logran darle a las mismas un sentido del ritmo, y sobre todo de la mezcla rítmica, muy difícil de igual en la ficción televisiva contemporánea.

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