La solemnidad de las estatuas que contemplamos hoy, dista mucho de lo que realmente eran originalmente
Acostumbrados como estamos a contemplar la blancura de los mármoles de la antigüedad clásica grecorromana, nos resulta difícil pensar que alguna vez pudieran haber tenido color. Pero precisamente este era el trabajo de los llamados “kosmetai”: pintores griegos encargados de aplicar pigmento al mármol desnudo. Curiosamente, estos “kosmetai” darían “orden” (la palabra griega para “orden” es, precisamente, “cosmos”, lo opuesto a “caos”) a algo que permanece inacabado, y que necesita ser delimitado. De allí, precisamente, nuestros “cosméticos”.
A través de dos métodos se pueden detectar los restos de pigmento en los mármoles, a pesar del paso del tiempo: uno, simplemente pasando una lámpara de luz ultravioleta; el otro, un poco más complejo, el de la llamada “raking light” que revela, a través de cierta angulación de la iluminación sobre la pieza, todas las irregularidades sobre su superficie, incluidos restos de pigmentos casi imperceptibles. También en algunas ocasiones se ha tenido que echar mano de rayos X y de luces infrarrojas.
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