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Un criadero de caracoles como lista de bodas. ¿Sabes por qué?

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Marinella Bandini - publicado el 18/05/16

La elección de Riccardo y Barbara de casarse y vivir de la providencia. Al servicio de Dios y de los demás

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Un criadero de caracoles como lista de bodas es por lo menos rara. Detrás está la historia de Riccardo y Barbara, y la mano de la Providencia. Él, periodista, vive en una casa-familia al sur de Italia y se ocupa de comunicazione para la Misión de Fratel Biagio Conte en Palermo, donde ella trabajaba. Se conocieron, se enamoraron y decidieron unir sus vidas en una historia de amor para muchos.

Le bastan pocos encuentros a Riccardo para entender que es la mujer perfecta. La proposición de matrimonio llega después de pocos meses, y la “condición” es hacer de la casa-familia (donde ya vive Riccardo) su casa. “Encontrar a una persona que se casara conmigo y que aceptara la idea de casa-familia, por tanto de acogida, solidaridad y caridad, no es algo común”.

Sí, porque esta villa en las laderas del Etna no es exactamente el “nido” de una pareja de recién casados, pero se ha convertido en seguida en la “cuna” de esta historia de amor. Riccardo y Barbara viven con una veintena de huéspedes, quien con problemas mentales, quien en silla de ruedas, “todas ellas personas que generalmente uno mantendría a distancia más que llevárselas a casa”. Aquí “los vínculos de parentela son superados y nos convertimos en una gran familia: nos convertimos en hermana, hermano, madre”.

Nuestros recién casados tienen una habitación propia, pero el baño es común. Y a menudo a su puerta llama alguno para pedir cualquier cosa. “Digamos que la privacidad disminuye un poco, pero logramos mantener nuestros espacios, indispensables”.

En la casa-familia se entra con las manos vacías y se vive de la providencia. El alimento es recuperado de mercados, supermercados, donado por amigos o tenderos. “No nos falta de nada. A pesar de ello vivimos en absoluta humildad y esencialidad”. Siempre es una sorpresa qué habrá de comer, y Barbara en los hornillos libera su fantasía (algo le debe a sus estudios de arquitectura) para poner en la mesa cosas nuevas con los ingredientes de siempre: arroz, ensalada, verdura, legumbres y huevos. “Es un gran entrenamiento en el amor, que se corona en nuestro matrimonio”.

Riccardo vive en la casa-familia desde hace 12 años, una elección a raíz de su conversión, pero también en un momento difícil de su tanto familiar como profesional, que le llevó a apartarse de un mundo “falso” y a dedicarse a las “buenas noticias”. A partir de este “Oasis de la Divina Providencia”, como se llama esta casa-familia. “Ha habido una nueva elección, la de unirnos en matrimonio y estar juntos en casa-familia, una decisión que busca seguir a Dios de manera fuerte, trabajando por los demás”.

Y así Riccardo aprendió a “no pensar en mi propio tiempo sino a darme continuamente, también cuando te encuentras haciendo algo tan distinto de lo que habías pensado”, como “ocuparte de una persona en silla de ruedas o hacer filas kilométricas en Sanidad por alguien que no puede ir”. Barbara hacía voluntariado en Palermo, “pero el trabajo me empeñaba demasiado y no lograba encontrar tiempo si para los demás ni para mí. Así que me armé de valor y me pregunté qué es lo que quería realmente, o mejor, que es lo que no quería. No quería vivir solo para trabajar”.

Así, “en el momento en que Riccardo entró en mi vida comprendí que ese debía ser mi camino, y ahora me siento verdaderamente realizada”. Y subraya: “No he elegido esta vida de manera imprudente, de lo contrario podría hacer todo lo que hace falta en casa. Tenemos que cuidar a personas discapacitadas, personas que tienen muchos problemas, hay que tener siempre la fuerza de sonreírles, de dar esperanza, una palabra buena, de dar afecto”.

La providencia – cuentan – “no es casualidad, es una mezcla de confianza en Dios y de servicio incondicional”. La vida aquí transcurre al ritmo de la oración, en particular de las “Ave Marías”, de cuya cuenta se lleva un registro. Huéspedes y responsables de la casa-familia participan en la iniciativa “Mil Ave Marías” y se comprometen a rezar lo más posible. Entre otras cosas, rezaron para que Barbara aceptase la propuesta de matrimonio de Riccardo, y ha «funcionado”. Por esto  “somos el fruto de las mil Ave Marías: tanto la decisión de Barbara como nuestro matrimonio”.

Por otro lado, “no teníamos nada, habíamos decidido casarnos incluso en jeans y zapatillas deportivas”, y después llegó todo: uno regaló el vestido, otro puso la sala para el banquete, otro preparó el pastel nupcial, y otros, como los chicos del hotel, sirvieron las mesas. Llegó también un viaje a Roma con la bendición del Papa. Riccardo y Barbara le entregaron el regalo de su boda: un rosario.

“Jesús nos ha enseñado a compartir todo con los más pequeños. En el pasado me sucedió a mi el ser una persona en dificultad, así que sé lo importante que es la acogida, la cercanía, la hermandad. A menudo una vida puede cambiar con una mano dada, un gesto de amor, una sonrisa, gestos que podemos hacer todos”. De ahí la invitación: “Como lo hemos hecho nosotros lo pueden hacer otros, basta con creer y poner en práctica las palabras del Evangelio”.

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