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¿Por qué conviene mantener el celibato sacerdotal?

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Mónica Muñoz

Russell Shaw - publicado el 06/03/16 - actualizado el 02/03/24

El celibato sacerdotal es un tema polémico en ocasiones pero muy profundo en realidad. Aquí hay tres buenas razones de su existencia que quizá desconocías

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Desde hace algunos años, el tema del celibato sacerdotal opcional se ha venido colando en todos los ambientes, sugiriendo al Papa Francisco que abra un debate en relación a los sacerdotes casados en la Iglesia.

Sin embargo, en el simposio «Por una teología fundamental del sacerdocio», el Santo Padre comentó en su discurso del 17 de febrero de 2022:

«El celibato es un don que la Iglesia latina custodia, pero es un don que, para ser vivido como santificación, requiere relaciones sanas, vínculos de auténtica estima y de genuina bondad que encuentran su raíz en Cristo. Sin amigos y sin oración, el celibato puede convertirse en un peso insoportable y en un anti testimonio de la hermosura misma del sacerdocio.

¿Sacerdotes casados?

En la Iglesia ya hay algunos sacerdotes casados (por ejemplo, en Estados Unidos hay episcopalianos convertidos al catolicismo que ya estaban en matrimonio). Muchos de ellos son personas admirables que desempeñan una labor pastoral excelente.

La cuestión ahora sería presuntamente la de extender la práctica en la Iglesia de Occidente e incrementar el número de sacerdotes en esta situación.

El argumento a favor de ello es la necesidad de aumentar la cantidad de sacerdotes disponibles para ofrecer la Eucaristía a los católicos, puesto que el número de sacerdotes célibes está cayendo en muchos lugares.

De llevarse a cabo, se procedería seguramente a la ordenación de los llamados viri probati —sacerdotes mayores y casados con un carácter ejemplar— para realizar funciones de lo que podría llamarse (de forma inexacta) «sacerdotes de fin de semana», que estarían disponibles para el servicio de una forma bastante parecida a la de los diáconos permanentes ahora mismo.

No es ni mucho menos una idea nueva. Lleva discutiéndose al menos desde el Concilio Vaticano II, hace más de medio siglo.

Tres razones para mantener el celibato sacerdotal

Sea lo que sea lo que resulte de dicho debate, he aquí un voto en favor de que el celibato y el sacerdocio célibe mantengan su honroso lugar dentro de la Iglesia Católica del futuro, y tres razones de peso:

1
La disponibilidad

Un sacerdote no casado, a diferencia de uno que sí lo esté, tiene —al menos teóricamente— la capacidad de entregarse con más libertad a los demás; mientras que un hombre casado tiene el deber de ofrecer su tiempo y atención particular y preferencial a su esposa y familia.

Ni qué decir tiene que los hombres casados también pueden ser excepcionalmente generosos. Y muchos los son, de hecho, con una generosidad que sobrepasa con creces los límites familiares.

Aun con todo, el cardenal Parolin ponía de manifiesto en un discurso que el celibato permite al sacerdote «viajar ligero» en sus esfuerzos por «llegar a todos, llevando consigo solo el amor de Dios».

2
El testimonio

Resulta dolorosamente obvio que hoy en día vivimos en un entorno cultural obsesionado con el sexo, donde no solo se aceptan -sino que incluso se alientan- perversas formas de expresión sexual. En estas circunstancias, la práctica del celibato ofrece el testimonio público, tan desesperadamente necesario, de que la esclavitud de los deseos sexuales no es una parte ineludible de la vida.

Algunas personas alegan que la práctica del celibato no es natural. Y de hecho no lo es, si por «natural» se entiende la condición de la naturaleza humana trastornada por el pecado. Si, por el contrario, «natural» refiere a la restauración de la naturaleza por la acción de la gracia en un corazón amante, entonces lo antinatural no es el celibato, sino la lujuria.

Según señaló el cardenal Parolin, el celibato «no es la ausencia de relaciones profundas», sino un instrumento de liberación que hace «espacio» para que se realicen.

3
La razón espiritual

No es algo fácil de expresar, pero tiene una gran importancia.

La santidad es tanto para los sacerdotes como para las mujeres y hombres casados seglares. Sin embargo, el celibato añade una dimensión especial a la santidad del sacerdocio, de la misma forma que el amor marital la añade en los casados.

Así, el celibato completa las dimensiones de santidad en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, y abre un camino único e irremplazable para el seguimiento de Cristo.

El Papa Francisco envió un mensaje a seminaristas de Francia a través del Cardenal Parolin, y dijo que el celibato es el corazón de la identidad de sacerdocio, configurada con el Señor Jesús. Además afirmó que «la exigencia del celibato no es primariamente teológica, sino mística y que «los sacerdotes son célibes -y quieren serlo- sencillamente porque Jesús fue célibe».

Si ha de producirse un debate sobre la ordenación de hombres casados, esperemos que queden bien expuestos los contundentes argumentos en favor del celibato sacerdotal.

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