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Tu pareja no puede leer tu mente

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Aleteia Team - publicado el 01/12/15

De qué manera las expectativas sobreentendidas están arruinando tu matrimonio

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La comunicación es una herramienta, y como cualquier herramienta puede ser usada adecuada o inadecuadamente, y para construir o destruir. También, como cualquier herramienta, a veces elegimos no usarla nunca, o porque somos muy perezosos para usarla o porque nunca nos han enseñado a manejarla adecuadamente.

La mayoría de nosotros sabemos, al menos teóricamente, cuán importante es la comunicación para mantener un matrimonio saludable.

Desafortunadamente, muy pocos saben cómo comunicar. En varios capítulos subrayaremos algunos de los obstáculos más comunes y dañinos con que las parejas se topan cuando intentan comunicarse entre sí.

El capítulo de hoy es: Expectativas sobreentendidas, o “Tu cónyuge no lee la mente”.

Mi esposo y yo nos casamos fuera de la Iglesia, antes de mi conversión y en aquel entonces él estaba apartado de la fe . De hecho nos conocimos en una enorme iglesia evangélica, nos comprometimos y nos apuntamos a los cursos prematrimoniales.

Una década más tarde aproximadamente recordaba muy poco de ese curso, a excepción de una frase que nos repetían una y otra vez, sin importar si el tema era el sexo, los niños, el amor o el dinero: “Tu cónyuge no sabe leer la mente. No esperes que tu cónyuge lea tu mente”.

Muchos de los problemas en nuestro matrimonio, y sin lugar a dudas de otros, surgen del hecho de que todos tenemos ciertas ideas en nuestra mente sobre lo que queremos esperar del matrimonio y de nuestras parejas.

Al mismo tiempo, somos reacios a hablar de esas expectativas. A veces es porque sólo existen en nuestro subconsciente, no nos damos cuenta completamente que las tenemos. A veces es porque no queremos parecer muy exigentes.

Pero a menudo es porque no deberíamos siquiera tener que pedir que nuestra expectativa sea atendida… después de todo, si nuestro cónyuge realmente nos ama, claro que sí (haz esto/deja de hacer aquello/rellena este espacio). Es obvio, ¿no?

Pues no, no lo es.

Nuestras expectativas sobre la vida y el matrimonio se construyen en nuestra mente durante nuestra vida a través de nuestra exposición con nuestra familia de origen, la sociedad en la que vivimos, los medios de comunicación que decidimos consumir, y un millón de otros factores que nos hacen ser quienes somos hoy.

Nuestro cónyuge puede haber formado parte de ese recorrido, pero pocos de nosotros nos casamos con la chica o el chico de al lado.

Según las estadísticas, es más probable que conozcamos a nuestra pareja más tarde, cuando somos ya adultos, con una infancia a nuestras espaldas y archivada en nuestra memoria, nuestras metas y sueños más o menos montados, y nuestros planes de vida en marcha.

La mayoría de nosotros ya estábamos formados completamente cuando decidimos casarnos, y seamos concientes de eso o no, esa formación incluye toda una serie de expectativas sobre lo que pensamos que nuestro matrimonio debería de ser.

El problema es que todos tenemos un conjunto diferente de expectativas. Conocí a un chico en la universidad que se casó porque la Biblia dice “mejor es casarse que abrasarse” (1 Co 7,9), y realmente no quería tener culpa por mantener relaciones sexuales, y muchas.

Espero que su esposa tenga una libido alta, porque no me puedo imaginar que vaya bien su historia si en las expectativas de ella sobre el matrimonio debe haber menos sensualidad.

De la misma manera, he conocido personas que sus expectativas maritales incluían una seguridad económica, el compañerismo, quedar libre de labores domésticas y comidas gourmet, una educación de alta calidad para sus hijos, y un millón de otras cosas que ellos asumieron naturalmente como “parte del trato” cuando se unieron, pero que algunas veces iban en contra de las expectativas de sus parejas (que eran igualmente obvias para ellos, y tan indescifrables para su pareja).

Es por eso que hablar de las expectativas es tan importante, no sólo antes de casarte sino durante.

A medida que tu vida cambia y los nuevos problemas y oportunidades se os presentan a ti y a tu pareja, no siempre estarás en sintonía para saberlas manejar. Asumir que lo estarás es un juego peligroso.

Quizá el esposo o esposa está de acuerdo en que se quedará en casa con los niños cuando son pequeños, porque ambos piensan que es lo mejor para los niños. Hasta aquí todo bien, toman la decisión conjuntamente, y están en sintonía.

Pero ¿qué pasa si la idea del esposo sobre la mamá ama de casa está basada en su propia mamá, que dedicó una parte significativa de su tiempo cocinando y limpiando y esperó muy poco de su esposo para ayudarla con las tareas domésticas… mientras que la esposa (que creció con una madre que trabajaba y ahora está aprendiendo todo lo que sabe sobre cómo educar al niño de libros modernos y blogs) piensa que los niños son su trabajo pero las tareas domésticas son una responsabilidad compartida?

Idealmente, la pareja habrá hablado sobre estos detalles con antelación, pero el hecho es que sobre muchos no, principalmente porque cada uno asume que su visión del mundo es la “correcta”.

Nunca se les ocurre que su pareja podría ver el mundo de una manera completamente distinta, y podría tener una idea muy diferente de lo que es ser un padre o madre “ama de casa”.

En poco tiempo, el descontento de ambos se manifiesta. El padre no se siente respetado cuando llega a una casa desordenada y sin un plan concreto para la cena, cuando él estuvo trabajando como esclavo todo el día para que su esposa e hijos hicieran el vago.

Mientras tanto, la mamá se siente frustrada porque hay tres o cuatro personas desordenando la casa con la ropa, la comida, los juguetes, los papeles y aparatos electrónicos, y sin embargo siente que se espera que ella limpie todo en sus momentos de descanso tras un trabajo agotador de mantener a sus hijos entretenidos todo el día y llevándose una paliza con los sofisticados banquetes de su esposo… quien, desde su punto de vista, recibe una “pausa” del arduo trabajo de la vida familiar en la oficina cada día.

Si esta pareja hubiera hablado sobre sus expectativas con antelación, quizá hubieran evitado algunos resentimientos que ahora tienen, pero puesto que no lo hicieron, la información irá saliendo poco a poco, gradualmente, a través de comentarios sarcásticos y explosiones, o quizá en una gran pelea que quizá finalmente ponga todo sobre la mesa pero salga como una desagradable sorpresa.

Este es sólo un ejemplo hipotético de literalmente miles de malentendidos que pueden suceder cuando la gente no habla sobre sus expectativas.

Con el tiempo, estos malentendidos pueden agravarse y crecer hasta volverse una metástasis de un cáncer de desilusión que envenena todo el matrimonio.

También pueden desbordarse, aparentemente sin previo aviso, en el tipo de peleas donde se dicen cosas feas, cosas que que una vez dichas no vuelven atrás, cosas que pueden destruir matrimonios en un momento.

Actúa

Si tu cónyuge está fallando al no cumplir tus expectativas en una o más áreas, lo primero que tienes que hacer es preguntarte si realmente has hablado de esas expectativas fuerte y claro.

Si te encuentras reticente a hacerlo porque la expectativa “suena mal”, quizá deberías evaluar si la expectativa que tienes es realmente justa en absoluto.

Pero si asumes que es justo e importante para ti, es tu responsabilidad decirlo a tu pareja y darle la oportunidad de hacerlo bien.

Es injusto condenar a alguien por no cumplir un estándar con el que nunca supo que estaba siendo medido.

Cuando hablamos de expectativas sobreentendidas, sufrir en silencio no te hace un mártir abnegado, te hace un agresivo pasivo.

Así que habla y pide lo que quieres. Tu pareja podría estar contento de satisfacerte. Si no, al menos tienes la oportunidad de comunicar y con suerte llegar a un mutuo acuerdo. 

Próximamente en nuestra lista de fallos en la comunicación: Conjeturas.

Manténte informado.

Este artículo forma parte de una serie sobre dificultades en el matrimonio

Tags:
comunicacionmatrimonio
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