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Familias apadrinando familias

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Shutterstock / Kuzma

Alfa y Omega - publicado el 24/11/15

Ayudar a la gente no solo significa proporcionarles dinero

La parroquia lucense de La Milagrosa pone en marcha un proyecto que ayuda ya a 470 familias con la colaboración de otras familias, particulares y entidades del barrio.
Jesús Salvador y Alejandro Neira llevan años colaborando en la parroquia de La Milagrosa, una de las más grandes de Lugo y que cuenta con una numerosa comunidad inmigrante.

«Ayudar a la gente –comenta Jesús–, no solo significa proporcionarles dinero para pagar el alquiler o la calefacción, muchas veces es necesario ayudarles a integrarse en la comunidad, para que se sientan parte de la sociedad en la que viven». Por su experiencia de colaboración en Cáritas parroquial, tanto Jesús como Alejandro se dieron cuenta de que de poco sirve lo económico si no va acompañado de algo más. Y ese algo más es justo lo que han puesto en marcha en esta parroquia lucense, con el proyecto Apadrina una familia.


Una red invisible no económica

Al poco de comenzar la crisis, el equipo pastoral de La Milagrosa, con su párroco al frente, comenzó a observar que había cada vez más personas que ayudaban a otras no solo económicamente, sino también compartiendo su tiempo o su experiencia. Así, se creó una red invisible que sacó del aprieto a muchas familias y formó un entramado de solidaridad que enriqueció la vida de la comunidad.
«Los vecinos aportan lo que pueden, pues son conscientes de las necesidades que atraviesan muchas familias de su entorno –dice el párroco de La Milagrosa, José Antonio Ferreiro, que impulsa el proyecto de Jesús y Alejandro–, por eso, hace dos años nos pareció que era hora de animarles a dar un paso más y ofrecer la oportunidad de ponerse en la piel del otro».
De ahí surgió la idea: buscar a familias, entidades o particulares que ayudasen a otras familias o personas solas en facetas que fuesen más allá de una aportación monetaria. Así se podía dar una respuesta coordinada por la parroquia, que aportase esperanza, conocimiento y cercanía a los propios vecinos. «Es una colaboración bidireccional: aprendemos unos de otros y todos ganamos», dice Jesús.
En dos años han atendido de modo puntual a casi 470 familias, y hay diez en situación de necesidad que están apadrinadas de forma permanente.


Vecinos y hermanos

Porque las familias que se apadrinan son atendidas desde Cáritas parroquial, para ofrecer una integración real y controlada. «La gente en situación desfavorecida se siente marcada, excluida, y eso les hace entrar en una espiral de la que es difícil escapar si no tienen apoyo extra», dice el párroco. De ahí que el proyecto persiga que todos los vecinos se hagan responsables, en lo posible, de las situaciones que viven los que están a su lado, y que ya haya no solo familias, sino también farmacias o academias de estudio que se hayan decidido a apadrinar a otros.
Jesús Salvador explica que a causa de los innumerables trámites burocráticos para obtener ayudas públicas «se alargan las situaciones de exclusión, e incluso en ocasiones, no se dan soluciones duraderas. Por eso, muchos atendidos por Cáritas se sienten fuera del sistema y esa losa no se levanta con dinero, si no se integran y se sienten parte de algo». Y ahí, añade Alejandro, es donde «poner cara al otro, acompañarle, escucharle y prestarle atención personalizada se convierte en algo fundamental para que puedan seguir adelante con éxito».


Apadrinamiento flexible

Entre los padrinos hay también gran variedad. Algunas familias se han hecho cargo de los estudios de niños, o les pagan el comedor escolar; otras simplemente están pendientes de cómo les va a sus apadrinados y qué pueden necesitar. «El apadrinamiento puede ser puntual o a largo plazo; algunos ponen su experiencia profesional o su negocio al servicio de las familias que lo necesitan. Son innumerables las formas de hacerlo y cada día nos sorprende la cantidad de cosas que mucha gente hace para ayudar al otro», dice Jesús Salvador.
En realidad, las familias apadrinadas son parte de la parroquia, no hay categorías. «Resolver todos los problemas no está en nuestra mano, pero sí somos responsables de ayudar a tener esperanza a quien más la necesita», concluye el párroco de La Milagrosa.
María José Campo. Lugo

Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega

Tags:
familia
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