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Carta de un musulmán: el ISIS es al Islam lo que el KKK al cristianismo

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Dante Ibrahim Matta - publicado el 18/11/15

Mi familia vive en París cerca de Bataclan, cada una de estas víctimas habrían podido ser mis padres, mis hermanas y hermanos, mis amigos o mis vecinos y conocidos

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Lo que pasó en París el viernes pasado me afectó personalmente, porque ocurrió a unas cuadras de la casa de mi familia y cerca de todos los lugares donde he pasado mi niñez y mi adolescencia, donde viven todavía mi familia y mis amigos. Durante mi adolescencia, he visto conciertos en el Bataclan (donde ocurrió la tragedia mayor) y tengo amigos que solían trabajar en esta misma sala. Todos los lugares en los cuales los terroristas dispararon ciegamente, son lugares habitados por miles de mis recuerdos.

Entonces, este mismo viernes, cuando mi esposa me avisó de que hubo un ataque en París en un bar, empecé a seguir con angustia lo que habría podido ser un enfrentamiento violento entre dos bandas rivales: lo que eran 3 muertos en un bar se volvió en una horas en una masacre que quitó la vida a 130 personas e hirió a más de 300.

He seguido en directo los varios ataques en la capital, en los restaurantes y los bares, en el estadio nacional, la tomada del Bataclan y luego el asalto, que resultó en la activación de los cinturones de bombas por parte de los terroristas, que triplicó en unos minutos el número de víctimas de esta noche de terror. He visto luego el video de la gente escapándose por una puerta trasera, las aceras llenas de sangre, un joven tirando del cuerpo inanimado de su amigo, los cuerpos sin vida en la calle y la gente dejándose colgar desde las ventanas pero sin poder saltar, porque había 3 pisos entre ellos y la liberación de este infierno. Todo eso en una callecita donde he pasado muchas tardes de mi adolescencia con mis amigos. Esta callecita se había vuelto un escenario de guerra.

El miedo y la intensidad de la ansiedad por tener noticias de sus cercanos puede difícilmente describirse, pero digamos que, a unos días de la tragedia, se siguen sintiendo los efectos de estos sentimientos y un profundo malestar. Gracias a Dios todos están bien, pero cada una de estas víctimas habrían podido ser mis padres, mis hermanas y hermanos, mis amigos o mis vecinos y conocidos. Mi propia hermana tenía que ir este día a visitar una amiga que vive en la calle Charonne, donde murieron 19 personas.

Eso no quiere decir que los muertos y los heridos valen más en París que en Líbano, Siria, Turquía, Irak, Palestina, como muchos van a empezar a decir, a veces sin muchas sensibilidades y más contra Francia que a favor de Siria. Pero no valen menos. Unos dicen que es la “justa retribución” a los crímenes de Francia en Medio-Oriente, pero las personas que fueron atacadas y matadas no son las que tienen poder de decisión sobre la política extranjera de Occidente, la mayoría ni siquiera podría señalar a Siria en un mapa.

También resulta difícil, después de una tragedia que uno vive personalmente, verla recuperada políticamente por todas partes. El carnicero Bashar al-Assad debe estar de fiesta, y quizás encontró en eso su salida política al genocidio que está haciendo contra su propio pueblo desde 2011. La extrema derecha francesa y europea explica que eso es el resultado de la “islamización” de Francia y que eso pasa por aceptar mezquitas en nuestro suelo, olvidando que esta doctrina no se propaga desde las mezquitas sino desde las redes sociales, en las cuales reina el caos informativo y teológico, donde la palabra de un teólogo que dio su vida al estudio o de un periodista que dio la suya para informar tienen la misma voz que un adolescente de 15 años que se convirtió anteayer al Islam, o un conspiracionista que nunca abrió un libro de historia de su vida.

También olvidan que los que se van a Siria o a Irak para juntarse a las filas del llamado “Estado Islámico” son el puro producto de la sociedad francesa, que fueron a la escuela “de la República” como todos los demás, y que habrá que tomar un tiempo para interesarse en las raíces de la radicalización que empuja a estos jóvenes a dejar todo el “lujo de la vida del primer mundo” para ir a morir en el caos Sirio-Iraquí.

Desde acá, desde la distancia, se percibe solamente que los musulmanes atacan a los Franceses porque les disgusta su modo de vivir, cuando en realidad murieron tanto musulmanes como ateos, cristianos, judíos, agnósticos o lo que sea en estos atentados: todos los miembros de la asociación humanitaria musulmana (AHM) fueron matados cuando estaban distribuyendo comida a indigentes enfrente de uno de estos restaurantes. Un hombre musulmán puso su vida en riesgo para impedir que uno de los terroristas en el Estadio de Francia se acercara a la multitud. Una mujer musulmana, Asta, que formaba parte de otra asociación humanitaria musulmana y que era conocida entre la comunidad por su piedad, fue asesinada esa noche. Los terroristas no discriminan.

Entonces ¿cual es la razón de estos ataques? En realidad la religión no incide en eso: “el ejército Francés mata nuestros civiles en nuestros países, entonces vamos a matar los suyos”: actúan como cualquier ejército o grupo guerrillero deshumanizado, sin importar que las leyes islámicas respecto al combate prohíben totalmente el asesinato de un no-combatiente y repudian totalmente esta lógica que se llama en Árabe “yahiliía”: “de la época de la ignorancia”, antes del Islam cuando en Arabia la justicia era tribal: matas uno de los míos, mato uno de los tuyos. El Corán dice “Ninguna alma puede ser cargada de lo que otra hizo”, también dice “No maten una vida humana, Dios la ha declarado sagrada” y también “Matar a un inocente es como matar a la humanidad entera, y salvar a una persona es como salvar la humanidad entera”. La guerra en Islam es estrictamente defensiva. Pero cuando preguntaron a Bin Laden por qué mataba civiles si la ley islámica lo prohíbe, contestó: “Los tiempos han cambiado”. Esa es la repuesta de un ideólogo, de un político, de alguien que utiliza la religión para sus fines, y no al contrario.

Pero ya sabía cómo serían leídos estos eventos para muchos a nivel nacional e internacional: el problema son los musulmanes y el Islam, cuando en realidad ellos representan nuestra religión como el KKK representa el cristianismo. No importa que para ISIS somos blancos prioritarios, peores que los “cruzados”, porque según su ideología está totalmente prohibido vivir en tierra de “incredulidad”, así como es un acto de traición hacia nuestra religión de no reconocer su califato como legítimo. Somos los traidores. No es por casualidad que 90 por ciento de las víctimas de estos grupos en el mundo son los musulmanes.

Con este tipo de “teología”, toda la comunidad islámica, 1 600 000 000 de personas en el mundo, desde Senegal hasta Indonesia, son apóstatas y merecen la muerte, salvo los varios grupos terroristas en el mundo que reconocieron a ISIS como los Talibanes de Pakistán, Boko Haram en Nigeria, AQMI etc… unas 50 000 personas. Sin tomar en cuenta obviamente a la población civil de la parte de Siria y de Iraq que ISIS controla, porque si no aceptan reconocer el Califato, les matan. La totalidad de los teólogos islámicos del mundo musulmán, de los 54 estados musulmanes, sunnita como shiita, todas las instituciones de teología y de las varias ligas musulmanas del mundo rechazaron ISIS y declararon su poder como invalido. Pero ¿quien conoce en Occidente y en América Latina, el nombre de un solo teólogo musulmán?  ¿De una sola institución de saber islámica? Entonces sólo se ve, y se considera como representante del Islam, los grupos que tiran bombas y disparan civiles. Como dice el proverbio africano: “el árbol que cae hace más ruido que la selva que crece”.

Como lo dicen los sabios islámicos como Muhammad al Yaqoubi, quien escribió la fatwa haciendo obligatorio para todo musulmán la lucha contra ISIS según sus capacidades, no se puede resolver el tema del radicalismo sólo con medidas a corto plazo, invadiendo, bombardeando, arrestando, sino que hay que tener una política de largo plazo: el surgimiento del fanatismo islámico es siempre el resultado de la caída de las instituciones tradicionales musulmanas.Cuando uno respeta más el turbante y una larga barba que los años de estudios, hace que esta situación sea posible. Cuando uno se deja guiar por sus emociones más que por su razón, es lo que pasa. Pero ¿que favorece más el desarrollo de teologías racionales, moderadas y abiertas sobre el mundo? ¿La vida en un país en guerra, entre las bombas de las coaliciones internacionales y de las dictaduras? No lo creo.

Rezo entonces por las almas de los que han muerto en París, sin importar que sean ateos, cristianos o musulmanes: son ellos verdaderos mártires. También rezo por los Sirios víctimas del cinismo sin fin de los Estados y de las Ideologías que les rodean,  que no tienen ahora aliados, sino Dios, porque como Su Mensajero nos enseñó : “Cuidado con la oración del oprimido, porque no hay ningún velo entre esa oración y Dios”.

Artículo publicado por Dante Ibrahim Matta, teólogo musulmán francés residente en Uruguay, en el blog Dioses Locos. Reproducido por Aleteia con permiso expreso de su autor

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