Una de las películas más queridas de la historia del cine, que es también testimonio de una de las mayores atrocidades cometidas por el ser humano: el asesinato de más de 5 millones de judíos por el fascismo.
Como testimonio de una época o como aviso para las futuras generaciones, El gran dictador de Charles Chaplin es una obra fundamental tanto para el consumo doméstico como para el análisis universitario. ¿A qué político actual (o futuro) no le vendría bien recordar la escena en donde Charlot baila con un globo terráqueo que al final le explota en la cara?
La película nos cuenta la historia de un barbero judío (soldado alemán) que tras salir gravemente herido de una batalla logra recuperarse años después; curado pero amnésico. Por otro lado, el dictador Hynkel, que ha alcanzado el poder en Tomania, enardece con sus mítines y sus tropas saquen todo a su paso. El sencillo barbero es confundido con el dictador Hynkel y terminará dando un discurso que será un llamamiento a la humanidad de los soldados, demandando libertad y paz para todos.
Como homenaje a su 75º aniversario nos vamos a centrar también en Great, un cortometraje alemán de 2013 que es en sí mismo una reverencia a la película de Chaplin. Dirigido por Andreas Henn, Great nos cuenta la historia de Nikola, un joven de la resistencia serbia que transporta una pesada caja hasta un pequeño cine, en donde esperan numerosos soldados alemanes para una proyección cinematográfica. Dicho cine está subvencionado por la Asociación de Recreo controlada por los nazis. Pero Nikola no dice toda la verdad porque la caja contiene El gran dictador y no la película esperada. De esta forma Nikola no recurre a las armas ni a la violencia sino a Charlot para agitar los corazones de los nazis.
Great nos plantea una sencilla pregunta: ¿Llegaron a ver los nazis El gran dictador? Pero, ¿cómo iban a proyectar esta película si no eran capaces ni de reconocer, años después de finalizar la guerra, lo que verdaderamente había ocurrido en Auswitch?
En Berlín, aún en 1958, muchos ciudadanos desconocían las atrocidades cometidas por sus padres o abuelos; esos mismos que habían colgado los uniformes nazis y ahora vestían, por ejemplo, de panaderos, vendiendo pan y bollos recién hechos con una amable sonrisa.
En esta línea resulta fundamental la película La conspiración del silencio en donde el protagonista descubre la atrocidad cometida por su pueblo y cómo solo a través de una experiencia religiosa logra cierta paz. Esta película junto a otras recientes como La vida de los otros o El hundimiento, son expresión de un camino de purificación visual que el pueblo alemán ha estado haciendo para afrontar sus propios fantasmas.
La obra de Chaplin fue, quizás, la primera invitación a ese camino de purificación. Como lo son los clásicos, a los que vale la pena volver una y mil veces. De hecho el mismo Chaplin explicaba que el discurso final de su personaje estaba especialmente dedicado a los soldados, las verdaderas víctimas de una dictadura. Aunque obviamente tenía una dimensión universal, la misma que ha adquirido el rostro de Chaplin haciendo de dictador.
El gran dictador es una obra de arte con una estética muy depurada, muy cercana al cine mudo, que sabe combinar una elegancia visual llena de comicidad e ingenio, con la sátira y denuncia del fanatismo.
Terminamos con un extracto del antológico discurso final:
¡Soldados, no luchéis por la esclavitud, sino por la libertad! En el capítulo XVII de San Lucas se lee: el reino de Dios está dentro del hombre. No de un hombre ni de un grupo de hombres, sino de todos los hombres. En vosotros.
(…) Vosotros, el pueblo, tenéis el poder de hacer esta vida libre y hermosa. De convertirla en una maravillosa aventura.