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Francisco vs Trump

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Jeffrey Bruno/Gage Skidmore

Tom Hoopes - publicado el 21/09/15

Una enorme diferencia entre los dos "hombres del momento"

Con un popular Papa Francisco gracias a su visita a América a partir del próximo el 22 de septiembre, que tiene lugar en medio de la carrera por las primarias republicanas, las más seguidas de las últimas décadas por la opinión pública, es difícil no darse cuenta de un fenómeno: el apoyo a Trump se parece mucho al que recibe el Papa Francisco.

No me malinterpreten: no estoy diciendo que Papa Francisco se parezca en nada a Donald Trump.

Papa Francisco es un hombre humilde, profundamente arraigado en los principios del Evangelio, que vive y predica una vida de sencillez y claridad moral.

Donald Trump es un hombre que prospera gracias a su imagen arrogante, cuyas posiciones políticas se han radicalizado, y que hace alarde de su vida de excesos.

Pero, a pesar de ello, ambos tienen algo en común: son hombres “populares”.

¿En qué se parecen? Pues en que ambos son considerados hombres independientes que hablan de los problemas reales.

¿Por qué es popular Trump? En las expertas palabras de Michael Brendan Dougherty, “la gente se siente atraída por él porque Trump es un hombre independiente. Ignora libremente las convenciones de la política […] Es un hombre que pide permiso a nadie, y que constantemente se resiste a cualquiera que le afee su comportamiento”.

A sus fans – desde celebridades de YouTube hasta Tom Brady – parece gustarles que Trump no parezca comportarse como la marioneta de ningún partido o medio de comunicación. En pocas palabras, es “políticamente incorrecto”.

Papa Francisco es popular de un modo similar. Vanity Fair lo presentaba esta semana como “El Papa del Pueblo” y explica su popularidad con argumentos parecidos a los que usó Dougherty con respecto a Trump:

“Es un hombre independiente, eso es lo que es. Alguien que ha permanecido fiel a sí mismo y al mensaje católico, y se ha mantenido lejos de la pompa del papado, del peso de la celebridad y de la típica imagen de la Iglesia”.

A la gente le encanta el Papa Francisco, incluso aunque no les guste su sotana blanca, porque es un hombre con ideas propias.

A partir de ahí, son personajes totalmente antagónicos: ambos pueden ser “hombres independientes” pero hay una gran diferencia. La “independencia” de Papa Francisco es la “independencia” de quien es capaz de renunciar a sus propios intereses y supeditarlos al servicio de los de los demás. La “independencia” de Donald Trump es la de quien hace prevalecer su agenda personal sobre los intereses de los demás.

Un “Siervo de los Siervos de Dios” independiente es una cosa; un candidato a presidente “independiente” es otra bien distinta, es un hombre fuerte que pudiera convertirse en un tirano si consigue lo que quiere, o en un estrepitoso fracaso si no lo hace.

Por otro lado, en la imagen de los medios, parece que Trump y Francisco se mueven en un halo misterioso iluminado ocasionalmente por intervenciones enjundiosas.

Andy Cush preguntó a Gawker qué haría Trump si llegase a ser elegido presidente. “La única respuesta seria es que ni yo, ni Donald Trump, ni nadie, tiene la más remota idea”.

La gente no conoce las posiciones de Trump, sólo saben que les encanta su actitud.

Lo mismo parece que pasa con el Papa Francisco. Se le conoce por frases lapidarias como “¿Quién soy yo para juzgar?”. Pero muchos de sus seguidores no han leído sus palabras cuidadosamente, sólo tienen la vaga noción de que es un tío guay.

Y sin embargo, la diferencia es abismal: Las palabras de Trump son una ofuscación deliberada de la realidad y buscan la aprobación de los demás. Es capaz de decir: “El gobierno de México obliga a las malas personas a venir a nuestro país”, y al mismo tiempo, “ganaré con el voto latino y crearé puestos de trabajo”. Es capaz de decir que ama a las mujeres mientras las insulta. Es capaz de alabar una mayor acción militar mientras denuncia que se está poniendo a las tropas en peligro.

Analizando los comentarios de Trump en su contexto, te das cuenta de que son peores de lo que parecen. Sin embargo considerando las palabras de Papa Francisco en su contexto, son mejores de lo que parecen.

El tan malinterpretado: “¿Quién soy yo para juzgar?”, que se refería a los homosexuales creyentes que viven según las enseñanzas de la Iglesia, es un ejemplo de ello. Porque Francisco es crítico con la ideología de género y no acepta la anticoncepción artificial, y no es el Papa blando que los medios de comunicación han inventado, como tampoco el Papa Benedicto era el papa pasado de moda que los medios pretendían que era.

Otra inmensa diferencia: Su popularidad.

La popularidad de Donald Trump es una realidad, pero es una realidad con agujeros considerables.

En su artículo “Trump es un líder, pero las encuestas no sirven”, John Podhoretz destacó que el éxito sorprendente, destacable e imparable en agosto de 2015 ya lo tuvieron Rick Perry en agosto de 2011 y Rudy Giuliani en agosto de 2007. Y ninguno ha llegado a presidente.

La popularidad de Papa Francisco también disminuirá. De la misma manera que el apoyo a Trump procede de aquellos que están fuera del proceso político, el Papa Francisco es muy popular entre grupos que tienen poco interés en las preguntas religiosas.

Y con estos, como el Washington Post y otros como él, su popularidad caerá, ya que los “rebeldes” se darán cuenta de que el Papa no va a cambiar las cosas que ellos quieren, mientras que una multitud de fieles está preocupada por si realmente lo hace.

Ahora bien: Mientras Trump probablemente se sorprenderá por su pérdida de popularidad, el Papa Francisco la espera. Ambos hombres son populares debido a la cultura del famoseo. Pero es una cultura en la que Trump invierte mientras que el Papa Francisco, al que no le gusta la TV, desprecia. De hecho, Papa Francisco dijo recientemente en una entrevista de radio: “Jesús también fue muy popular, durante un tiempo, y mira como terminó”.

Cuando Trump contempla la adulación a la que se le somete, en sus oídos resuena el rugido del triunfo. Sin embargo Papa Francisco ve esto, escucha los Hosannas del Domingo de Ramos, y sabe que pasos está dando, y hacia dónde se dirigen.

Tom Hoopes es escritor en la residencia del Colegio Benedictino de Atchinson, Kansas.

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