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La maternidad no basta para explicar por qué las mujeres cobran menos que los hombres

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© Drew Leary CC

César Nebot - publicado el 01/09/15

“7 seconds”, del juicio a la razón y la discriminación salarial (Parte II)

Tal y como exponía en el articulo anterior, numerosos artículos y experimentos han analizado la brecha salarial entre hombres y mujeres. Es una evidencia que merece ser investigada no sólo por las implicaciones en el bienestar económico, sino también porque encierra una problemática controvertida acerca de la racionalidad y la irracionalidad en las decisiones económicas.

¿Cómo se puede justificar que para el mismo trabajo se retribuya de forma diferente? Podría llegar a no ser preocupante si los mercados atenuasen la irracionalidad imponiendo con la ratio de precios relativos en equilibrio la asignación racional y eficiente. No obstante, los datos avalan que en el mercado laboral persiste una brecha salarial en perjuicio de la mujer que tiene visos de discriminación.

De ser así, o bien es racional discriminar, lo que transgrede a toda lógica, o bien existen indicios de que la racionalidad en el proceso de decisión pudiera estar condicionada y en ocasiones sobrepasada. Por eso, se precisa conocer si esta brecha salarial se debe en su totalidad a la discriminación por razón de género o existen otros factores laborales objetivos diferenciales que sustentan dichas diferencias. En el caso de que se dé una discriminación salarial irracional parece sensato indagar qué propicia que los mercados sean incapaces de corregir esta irracionalidad.

En primer lugar, se constata que esta brecha salarial se da en casi todos los países del mundo de forma clara, sistemática y sostenida en el tiempo. Es una regularidad empírica y por eso mismo, es objeto de múltiples estudios e informes. La brecha salarial total para los países de la OCDE, oscilaría entre un 20% y un 40% .

Eurostat publicó que la brecha salarial europea en el 2013 ascendía a un 16,4%, desde el 2008 ha descendido 0.9 puntos mientras que en España ha ascendido 3.2 puntos alcanzando casi un 20%, de los mayores datos de la Unión Europea. De acuerdo con la encuesta anual de estructura salarial del Instituto Nacional de Estadística de 2014, con datos de 2012, el salario medio anual femenino rondaba esos 20 puntos de diferencia con  un 23.9%.

Ahora bien, no toda la brecha salarial implica discriminación salarial. En el Informe Mundial sobre Salarios de la Organización Internacional del Trabajo del 2014/15, se constata la persistencia en la brecha salarial y se analiza qué parte podría ser explicada mediante características laborales objetivas como el nivel de estudios y la experiencia laboral.

Una vez controladas las variables laborales que el mercado sí puede diferenciar, nos quedaría la parte “no explicada”, la parte de la brecha salarial que no se fundamenta en características laborales y objetivas para el mercado. El informe demuestra que esta brecha no explicada es significativa hasta el punto de que en la mitad de los países de economías desarrolladas representados en la muestra hay una práctica equivalencia entre la brecha total y la “no explicada”.

No obstante, para el caso de España, el boletín económico del Banco de España atribuye tres cuartas partes de esta brecha a la parte explicada por las variables objetivas del mercado. Por lo tanto, al menos cinco puntos se corresponderían con una suerte de discriminación salarial.

Muchos han sido los estudios que han intentado explicar porqué las mujeres tienden a cobrar menos. Si bien en algunos casos, se han podido investigar variables laborales que podían dar explicación a la brecha salarial., éstas no permitían explicar la totalidad,  mostrándose incapaces en reducir en su totalidad la brecha salarial “no explicada” a factores laborales. Se alude entonces al posible abandono del mercado laboral para tener hijos truncando su carrera profesional o bien a una mayor propensión a escoger empleos donde la competitividad es menor

Para investigar esta parte de la brecha no salarial relacionada con la competitividad, Gneezy, Leonard y List realizaron un experimento en dos tribus muy diferentes:Los Masái, una tribu africana muy patriarcal en la que la educación se limita a los hombres y las hijas son moneda de cambio en los matrimonios y los Khasai, una tribu india considerada por los antropólogos como la más matriarcal que existe. 

El experimento medía la propensión a competir de forma muy sencilla: Los individuos debían decidir entre dos opciones, si encestar pelotas de tenis dentro de un cubo desde una distancia de tres metros cobrando un dólar por acierto o bien cobrar tres dólares por cada acierto pero sólo en el caso que metiera más bolas que un adversario. Los resultados de este experimento en los Estados Unidos habían arrojado que un 50% de los hombres elegían competir mientras que el porcentaje de mujeres competitivas sólo ascendía a un 26%.

Al ejecutar el experimento con individuos de las tribus, los resultados para la tribu de los Masái no difirieron mucho de este 50% y 26%. No obstante,  la sorpresa se dio en la tribu de los Khasai donde los hombres competitivos, un 39%, eran superados con un 56% de mujeres competitivas. Sin diferencias genéticas que puedan explicar estas diferencias, estos resultados no dejaban duda de que dicha propensión a competir estaba más relacionada con lo cultural que con lo genético. 

Esto pone en evidencia una cuestión de suma importancia. Pese a la supuesta racionalidad aséptica del mercado como método de asignación de recursos, existen factores que exceden al mercado y a la esfera de nuestra racionalidad que influyen en las decisiones y por ende en la asignación del mercado de forma consistente y persistente. Los prejuicios, las cuestiones culturales, lo irracional, nuestras fobias y miedos son elementos que subyacen y que también nos condicionan irremediablemente no sólo en nuestro comportamiento psicológico si no también en el económico.

En consecuencia, si queremos asediar el castillo de esos siete segundos de prejuicio que nos condiciona y que nos limita para avanzar, las tropas de asalto de la racionalidad del mercado por si solas no han resultado ser las más eficaces a lo largo de la historia. Tal vez estemos llamados a combatir nuestros prejuicios y nuestras fobias desde dentro de las murallas de ese castillo, mediante un trabajo interior tanto individual como colectivo para ser capaces de tumbar las barreras. Si no, seguiremos pasando el tiempo, exculpados por la supuesta racionalidad de los mercados, prejuzgando y condenando a los demás desde el bastión de nuestros siete segundos.

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economíamaternidadmujertrabajo
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