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En 2005 se abrió en la arquidiócesis de San Salvador el proceso de beatificación del padre Rutilio Grande García (1928 – 1977), un jesuita que inspiró a monseñor Romero para vigorizar su vocación por los más pobres.
“Su asesinato fue una inspiración divina para Romero”. Lo aseguró Vincenzo Paglia en un encuentro con los periodistas en la Sala de Prensa de la Santa Sede.
El postulador aseguró que “se puede decir que el martirio de Romero se relaciona con el martirio de padre Rutilio Grande”, un jesuita que había dejado la enseñanza universitaria para ir a vivir con los campesinos en un pequeño pueblo, Aguilares (El Salvador). Paglia recuerda:
“Romero era su amigo. La noche del 12 de marzo de 1977 Romero veló toda la noche el cuerpo del amigo y de dos campesinos asesinados junto a él en una emboscada […] En esas horas sintió mucho sentimiento viendo el amigo asesinado y a tantos campesinos que poblaban la Iglesia”.
Después de ver la gente llorar, “Romero – dijo a un amigo- vio que habían quedado huérfanos de su “padre”. Y que entonces le tocaba a él como arzobispo tomar su lugar también a costa de su propia vida.
Monseñor Romero escribió varias veces sus sentimientos hacia esa muerte:
“Esa noche sentí una inspiración divina para ser valiente y tener una aptitud de fortaleza, mientras que en el país, flagelado por la injusticia social, aumentaba la violencia: violencia de la oligarquía contra los campesinos, violencia de los militares contra la Iglesia que defendía a los pobres, violencia de la guerrilla revolucionaria”.
Vocación por los pobres
Sobre el tema de su conversión, Romero rectificó las versiones ideológicas sobre su vocación:
“No hablaría de conversión como muchos dicen porque siempre he tenido cariño por el pueblo, por el pobre… antes de ser obispo he sido por veintidós años sacerdote a San Miguel …
Cuando visitaba las zonas rurales sentía un verdadero placer en estar con los pobres y ayudarlos…
Llegando a San Salvador, pero en esa ocasión, la misma fidelidad a la cual había querido inspirar mi sacerdocio me hizo comprender que mi cariño hacia los pobres, mi fidelidad a los principios cristianos y la adhesión a la Santa Sede debían tomar un rumbo diferente”.
“El 22 de febrero de 1977 tomó posesión de la arquidiócesis y en esa fecha hubo una serie de expulsiones de sacerdotes.
El 12 de marzo de 1977 ocurrió el asesinato de padre Rutilio Grande que tuvo un fuerte impacto en la diócesis y me ayudó a sentir fortaleza”.
Romero, así demuestra su preocupación como obispo y se sintió responsable de la población más pobre. “Se podría decir – sostiene Paglia- que fue una verdadera conversión pastoral”.
“Se hizo defensor de la población (defensor civitatis) según la tradición de los Padres de la antigüedad de la Iglesia” añadió.