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¿El Corán justifica matar a los cristianos?

Corán

© بلال الدويك

María Angeles Corpas - publicado el 01/12/14

Hay pasajes que justifican matar a los infieles, hay otros que hablan de respeto a las “religiones del Libro”…

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1. Es verdad que el Corán contiene textos que justifican matar a los “infieles”: también la Biblia contiene pasajes que justifican la violencia en nombre de Dios

Efectivamente, el texto coránico ofrece multitud de indicaciones que justificarían la violencia contra los no musulmanes. Baste citar  la sura 9 que aparece al principio del Corán y que declara que todos los infieles deben ser aniquilados o completamente sometidos. Una orden que alienta el crimen y que anula, según algunas corrientes, los versos anteriores que instan a la paz.

Esta sería un respuesta rápida que no ofrece un panorama alentador sobre la naturaleza del Islam y de los musulmanes. Ante ella, no cabe nada más. Sin embargo, es posible ofrecer otro tipo de respuesta que, a pesar de no negar su existencia, sí ofrezca elementos de reflexión que nos permitan comprender el por qué aparece este tipo de contenidos en el Corán, y si los individuos que los utilizan para ejecutar crímenes execrables son el verdadero Islam, o no.

Si queremos conocer el verdadero alcance de la pregunta no basta con reproducir la lista de suras que justificarían la barbarie. Debemos optar por una respuesta de largo alcance, que argumente nuestra respuesta.

En primer lugar,  pensemos que la guerra en nombre de Dios no es un planteamiento exclusivo del Corán. En entornos marcados por las convicciones religiosas, contar con la ayuda de Dios en asuntos como el poder, la violencia o la guerra ha sido evidente. Pensemos por ejemplo en el Antiguo Testamento (1 Sam 8, 20; Jue 5, 31; Jos 10, 14 o Éx 15, 3), donde la guerra se sitúa en el contexto de la conquista de Canaán, promesa de Dios a su pueblo (Dt 4, 34).

En contraste, en el Nuevo Testamento la guerra no aparece como tema, salvo en los textos apocalípticos, donde se la espera como acontecimiento terrorífico. En cambio, aparece el tema de la paz. La respuesta a este “por qué” para un católico estaría sin duda relacionada con la historia de la salvación, encarnada en Jesucristo. El cristiano entiende el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo, y por eso no sigue preceptos como la lapidación de los adúlteros o el anatema, entre otras prácticas superadas.

Pero durante la historia cristiana, al igual que sucede con el Corán, la tentación de recurrir a estos textos y servirse de ellos invocando motivos políticos se ha dado en conflictos bélicos.

2. La clave está en cómo los musulmanes – y especialmente ciertas corrientes yihadistas – leen el Corán

Hay que diferenciar taxativamente entre el mensaje coránico y su interpretación. Como texto sagrado que recoge la revelación, es fuente de la que se derivan las normas de comportamiento. Por tanto, ser capaces de reconocer de quién procede la lectura que se nos ofrece de su mensaje es una cuestión vital.

Actualmente, el islamismo extremista manipula su contenido en nombre de lo que denominan “verdadero Islam”.  Un fanatismo execrable, una desviación para justificar o alentar la persecución y el martirio de los cristianos en nombre de un programa político. Se trataría de una falsa ortodoxia que trata de entroncar con el reformismo. Una corriente que entiende la vuelta a la esencia del islam como la negativa a que las circunstancias históricas (contingentes), alteren la Revelación (inmutable).  

Así, una de las principales ventajas con las que cuentan estas corrientes para extender sus mensajes es el desconocimiento extendido del texto coránico. En primer lugar hay que decir que el Corán es, ante todo, un libro religioso. Define las relaciones entre el hombre y Dios, entre la criatura y su creador. Es ese carácter (y no el político) el que explica su excepcional influencia hasta nuestros días. Contiene la Revelación de Dios a Mahoma a través del arcángel Gabriel, tanto en Meca como en Medina.

Para el creyente musulmán es palabra increada de Dios, que ha descendido a la historia. Un mensaje en lengua árabe que todo musulmán está obligado a ser capaz de leer. Un texto que es mensaje de salvación y que engloba toda actividad humana. Por tanto, puede afirmarse que el Corán es a la vez una suma teológica que expone el dogma, un código jurídico y social, un tratado moral y un manual de usos cotidianos.

Los musulmanes, como antes judíos y cristianos, creen que han sido llamados a formar una alianza especial con Dios, constituyendo una comunidad de creyentes (2: 143) mediante la implantación de un orden social justo (3:110). Consideran a la “gente del Libro” como receptores de la revelación y como descendientes de Abraham, Comparten la creencia en el Dios único y en una esperanza común: la recompensa eterna junto a Su Señor (2:62).

Para su correcta lectura e interpretación, la Gran Tradición islámica (elaborada por sabios y políticos de la etapa clásica y posclásica) establece una clara diferencia entre los textos coránicos pertenecientes al periodo profético y los de periodos posteriores. Los primeros, contendrían un mensaje inmutable. Los segundos estarían más en función de una autoridad religiosa habilitada para inspirar, corregir e islamizar.

En este sentido, uno de los principales problemas que plantea la lectura y comprensión del Corán es el del orden. El texto oficial actual se divide en 114 suras, clasificadas según una longitud decreciente y no según un orden cronológico. No se trata de un asunto menor si queremos valorar el mensaje contenido en cada sura. En primer lugar, porque los musulmanes le conceden gran importancia al orden histórico.

En segundo, porque dicho orden explicaría el significado del texto y su relación con la transformación del Islam de religión perseguida a credo en expansión. También debe considerarse que la exégesis musulmana hace prevalecer el sentido claro y evidente de algunas aleyas frente al de otras que se presentan más ambiguas. Las primeras no se prestan a confusión y son las que deben ser seguidas. Las segundas deben comprenderse bajo esta luz. 

Las conocidas como suras mecanas (mensaje coránico revelado entre 612-622 en La Meca) contendrían la revelación anterior a la hégira. Su contenido se descubre envuelto en un gran lirismo que persigue la adhesión a la nueva fe. Incluso el mensaje del Corán se presentará como una religión “bíblica”. La forma árabe de la religión eterna, revelada anteriormente, e incluso se dice a Mahoma que siga la Biblia (6: 89-90). 

Sin embargo, el texto revelado en Medina (622-632), reforzará las diferencias entre el islam, el judaísmo y el cristianismo. Las suras medinesas presentarán al Corán como el retorno a la pureza de la religión de Abraham, su perfeccionamiento. Mahoma es por tanto el sello de la Profecía (6:84-87; 3:65-67).

Por tanto, a partir de la Hégira, se moldearán los principios dogmáticos y étnicos en leyes y actos concretos. A esta época pertenecen las suras que hablarán de la guerra santa (8, 48, 110) o la organización socio jurídica de la comunidad de creyentes. Un conjunto diferenciado de las “religiones del Libro” a los que invita a volver al estricto monoteísmo.

Es aquí donde el Islam adquiere perfiles exclusivos como único heredero de Abraham (2:111, 3:67-68), acusa de falsificación de las Escrituras a sus predecesores (3:23, 4: 46) y se proclama como única religión verdadera (3:110, 9:33, 61:9; 48:28).  Y será entre el año 1 y 10 de la hégira donde el Profeta se convertirá en jefe religioso y líder político con deseo de edificar un Estado.


Este contexto revela que Mahoma se vio envuelto en circunstancias muy cambiantes. Es cierto que participó en combates contra aquellos que atentaban contra la libertad de creer y se oponían al mensaje del Profeta: mequíes, árabes paganos e infieles: (2:190-193; 4:89).

Pero también es cierto que, a través de su experiencia concluyó que no era posible o razonable expandir el Islam por las armas (2:256 “no cabe coacción en religión”) En este sentido, sólo Dios puede transformar el corazón del hombre (10:99; 88:21-24). Estas imágenes ambivalentes reflejadas por el texto coránico han reforzado una interpretación moderna de la guerra en términos éticos. Una lucha ascética dirigida contra el mal y por un futuro mejor. 

3. Los extremistas islámicos sacan de su contexto histórico las suras que justifican la violencia, presentándolas como inmutables, cuando no lo son

Según estas consideraciones, sacar del contexto histórico el texto revelado favorece extraordinariamente su manipulación por los movimientos extremistas. Pensemos de nuevo en la sura 9, revelada casi al final del periodo medinés y que aparece al principio del Corán. En manos de una interpretación como la “nasikh”, se convierte en un texto que legitima la violencia sin más consideraciones. Y ello por considerar que, ante una contradicción palpable, las suras reveladas con posterioridad invalidarían las más antiguas. En el Islam, es al revés.

Debe insistirse una vez más en la necesidad acuciante de diferenciar la naturaleza genuina de esta religión y su tergiversación ideológica. Mezclar ambos no hace ningún servicio a la verdad y por tanto a la necesaria reflexión que las circunstancias del presente nos demandan.

Como católicos no pueden obviarse las premisas del Magisterio de la Iglesia referidas al diálogo interreligioso, sus exigencias y limitaciones. El ejemplo de Juan XXIII, Pablo VI o Juan Pablo II, que siguieron directrices del Espíritu en la apertura a los otros y no presiones de naturaleza ideológica, deben ser una guía de referencia a la que debemos ser fieles. Una fuente inagotable de trabajo por fortalecer los lazos de entendimiento de la realidad, por muy dolorosa y contradictoria que ésta sea. 

Por tanto, responder a la pregunta inicial nos remite una y otra vez a una premisa básica dentro del Islam: “no cabe coacción en religión” (2:256). Así pues, la utilización del Corán para justificar o alentar la persecución y el martirio de los cristianos responde a un fanatismo execrable.

4. En el Islam moderado existe un consenso en entender la yihad no como justificación de la violencia, sino como defensa de la fe

Existe cierto consenso entre musulmanes moderados sobre la exigencia del respeto a los cristianos como creyentes monoteístas y en la interpretación de las aleyas coránicas que tratan de la yihad como recurso para la defensa de la propia fe y no como agresión ilegítima. Desde esta perspectiva, el radicalismo no es “ortodoxo”, al contravenir esas circunstancias necesarias.

Sin embargo, por motivaciones de raíz eminentemente política, este discurso ha prendido entre amplias capas sociales del mundo árabe islámico de hoy.  El terrible espectáculo de la violencia y la manipulación coránica del radicalismo, su uso bastardo, esconde intereses geopolíticos e ideológicos. Una perversión de las creencias y tradiciones religiosas al servicio de una estrategia de propaganda y control informativo.

Debe quedar claro que están sucediendo dos cosas simultáneamente: el desarrollo de una guerra cruel e interminable en el escenario vital de Oriente Próximo y la mutación del radicalismo islámico como alternativa a los regímenes vigentes. Tanto los que han sufrido la esperanza frustrada de la llamada “primavera árabe”, como los que permanecieron indemnes a ese movimiento. La gravedad de la persecución contra los cristianos y otras minorías nos exige estar muy atentos a su progreso. A buscar las causas reales que motivan cada suceso y a los desafíos que la caridad nos exige.

Muchos musulmanes trabajan para reexaminar su fe a la luz de una realidad plural. Una lectura de las fuentes que les permita articular vías de actuación que respondan a los desafíos del mundo moderno sin desnaturalizar sus principios. Musulmanes moderados que tratan de construir modelos de convivencia basados en el respeto a los cristianos como creyentes monoteístas.

Una necesidad de redefinir el pluralismo y la tolerancia tal y como ya realizó el Concilio Vaticano II. Conceptos no sólo compatibles, sino que forman parte del mensaje integral del Corán: que Dios creo un mundo diverso y que si hubiese sido Su voluntad, sólo habría existido una sola comunidad con una sola religión. “¡Rivalizad en buenas obras!” (5: 48)

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