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El hombre en busca de sentido

È possibile ancora pregare dopo Auschwitz? – es

@DR

Aleteia Team - publicado el 10/02/14

Victor Frankl enfrentó un sufrimiento inimaginable y después escribió el libro definitivo sobre la felicidad

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“Todos los años se publican miles de libros de autoayuda que prometen las claves de la felicidad, de la transformación y de una vida con sentido. Pero un libro de memorias de 1946, cuyo escenario de fondo es uno de los capítulos más crueles y más terribles de la historia de la humanidad, afirma que la clave de la felicidad está precisamente en dejar de correr tras ella”.

Así empieza un artículo publicado en la edición inglesa del periódico digital The Huffington Post que se ha compartido en las redes sociales más de cuatro mil veces, y que continúa con una interesante crítica de este ya clásico de la literatura:

El hombre en busca de sentido, del psiquiatra austríaco Viktor Frankl, es  un poderoso libro de memorias psicológicas y de reflexiones sobre la experiencia del autor en Auschwitz. Argumenta que el significado -y no el éxito o la felicidad- es la búsqueda conductora de la vida humana«, explica la autora.

«El libro presenta la teoría de logoterapia de Frankl, que sostiene que el impulso fundamental del hombre es encontrar “el significado potencial de la vida en cualquier tipo de condiciones”. Frankl escribió: “La vida nunca se vuelve insoportable a causa de las circunstancias, sino solamente por falta de significado y de propósito”.

Frankl teorizó que fue precisamente conectando con ese sentido de propósito como los supervivientes del Holocausto consiguieron superar aquella prueba extrema. Incluso en las peores circunstancias imaginables, Frankl mantiene la creencia de que el espíritu del hombre puede elevarse sobre todo aquello que le rodea. “Cuando no conseguimos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiar nosotros mismos”, escribió.

De modo aparentemente paradójico, fue en el periodo de tragedia y sufrimiento sin sentido cuando Frankl pudo dar sentido a la experiencia humana, y documentar y explorar la búsqueda universal de sentido de una manera como nunca antes había sido articulada.

En el momento de la muerte de Frankl, en 1997, se habían vendido más de 10 millones de copias del libro, que ya se usaba como libro de texto en cursos y facultades y se había reimpreso 73 veces y traducido a 24 idiomas, según el obituario de Frankl en el New York Times.

Frankl reitera a lo largo del libro que, incluso cuando todo lo demás se le ha arrebatado, el hombre mantiene su última libertad: la de “escoger qué actitud tomar en un determinado conjunto de circunstancias”.

Esa idea de que el hombre puede superar sus circunstancias a través de la actitud se remonta a los antiguos filósofos estoicos y todavía permea gran parte de nuestro actual concepto de resilencia. Frankl proporciona evidencias prácticas y teóricas de su poderosa verdad.

Quien tiene un ‘por qué’ de vivir puede soportar casi cualquier “cómo””, escribió Frankl citando a Nietzsche. Frankl no estaba sólo hablando de boquilla para defender el poder del optimismo y del sentido de propósito: él había precisamente experimentado el peor “cómo” posible, viviendo en Auschwitz y perdiendo padre, madre, hermano y esposa embarazada en los campos de concentración; toda su familia excepto su hermana.

¿Entonces cómo es posible que Frankl, confrontado con su propia muerte y con la ejecución brutal de los demás, pudiera pensar que la vida valía la pena? Frankl afirma que es “la voluntad de sentido” del hombre la que le permite resistir al sufrimiento sin sentido y al dolor -la vida es sufrimiento y para tener alguna esperanza de sobrevivir o prosperar necesitamos encontrar sentido en este sufrimiento. Tomamos la decisión de seguir adelante, de continuar avanzando y viviendo nuestras vidas cada día porque creemos que existe un propósito mayor y un sentido de responsabilidad en nuestra vida-, que nuestro sufrimiento no es en vano.

De alguna  manera, el sufrimiento deja de ser sufrimiento cuando encuentra un significado, como el significado de un sacrificio”, escribió Frankl.

Para Frankl, los seres queridos, la religión, el sentido del humor e incluso el poder curativo de la naturaleza pueden dar al individuo un sentido de significado en tiempos de gran sufrimiento.

El sentido puede venir de distintas fuentes, pero ninguna es más poderosa y más transformadora que el amor. “Por primera vez en mi vida, vi la verdad tal y como es cantada por tantos poetas y proclamada como la máxima sabiduría por tantos pensadores. La verdad: que el Amor es el objetivo final y más alto al que el hombre puede aspirar. Entonces percibí el significado el mayor secreto que la poesía, el pensamiento y la creencia humanas pueden revelar: la salvación del hombre viene a través del amor y en el amor”.

Pensar en su amada –escribe- permite que un hombre conozca la felicidad durante un instante, incluso cuando todo lo demás le ha sido arrebatado. Si hay una conclusión que puede sacarse de El hombre en busca de sentido es que el amor es nuestro mayor objetivo posible.

Frankl cree que optar por la risa y el sentido del humor nos ayuda a “elevarnos en cualquier situación”. “El esfuerzo por desarrollar un sentido del humor y ver las cosas desde una perspectiva de humor es un truco aprendido cuando se aprende el arte de vivir”, escribe Frankl. “Y es posible practicar el arte de vivir incluso en un campo de concentración, donde el sufrimiento es omnipresente”.

Frankl lamentó que la sociedad moderna tienda a orientarse hacia el “resultado” e infravalore a los que no son necesariamente tan “exitosos y felices” como los demás.

Su consejo para vivir una vida feliz (y exitosa) es no perseguir el éxito, sino dedicarse a algo mayor que uno mismo y dejar que el éxito llegue como consecuencia inevitable de esa dedicación.

En su prefacio a la edición de 1992, Frankl imploró que el lector siguiera a su conciencia por encima de todo:

No ames el éxito. Cuanto más lo ames y lo tomes como un objetivo, más te alejarás de él. El éxito, así como la felicidad, no puede ser perseguido; debe suceder, y sólo sucede como efecto colateral de una dedicación personal a una causa mayor que uno mismo o como producto de la entrega a una persona que no es uno mismo. La felicidad debe suceder, y lo mismo vale para el éxito: debes dejarla suceder en lugar de preocuparte por ella”.

Leer aquí (en inglés) el artículo completo.

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