Cuando una sociedad prescinde de la procreación y cuando el eros se trivializa, esa sociedad está cerca del suicidio.
Campaña de Cuaresma 2025
Este contenido es gratuito, como todos nuestros artículos.
Apóyanos con un donativo y permítenos seguir llegando a millones de lectores.
En la revista católica estadounidenses Crisis, de enero 7 de 2014, Regis Martin ha escrito un informe profundo sobre el invierno demográfico que se acerca en buena parte del mundo occidental y, por supuesto, en los Estados Unidos tanto como en Europa. Un invierno del que, al parecer, todos los países tienen noticia, pero del que nadie quiere hablar, quizá porque molesta mucho a las políticas abortistas, eugenésicas y favorecedoras de la eutanasia.
Todo menos la risa de un niño
Regis Martin es profesor de Teología en el Centro Veritas para la Ética de la Vida Pública en la Universidad Franciscana de Steubenville. Tiene licenciatura y doctorado en la Universidad de Santo Tomás de Aquino en Roma y es autor de numerosos libros sobre espiritualidad católica. Es padre de diez hijos.
El artículo de Martin comienza hablando de las grandes ciudades europeas –Génova, por ejemplo—en las que se puede visitar museos, basílicas y un largo número de atracciones, “pero hay al menos una cosa divertida que no se ha visto en Génova desde hace muchos años: escuchar la risa de un niño pequeño”. Los niños han desaparecido dejando paso al convulsionado mundo del turismo y de los negocios.
El especialista se pregunta a dónde se han ido los niños de Génova (y de tantas otras grandes ciudades de occidente). No se necesita una gran investigación para dar con la esencia del tema: los niños no es que se hayan ido, es que no han sido concebidos. Los genoveses, como tantas parejas europeas, han decidido no tener hijos, o cuando mucho tener uno. “En Italia –dijo un observador—ya no tienen hijos; tienen perros y gatos”.
En Estados Unidos, señala Martin, la tasa de fertilidad ha caído a los niveles más bajos de la historia, rivalizando con los días posteriores a la Gran Depresión de 1929. De 2007 a 2001 –que es el período en el cual se tienen datos duros sobre el tema—la tasa de fertilidad ha caído un nueve por ciento. Martin señala un dato contundente: en 1970 las mujeres sin hijos eran una de cada diez; ahora mismo es una de cada cinco. “Y si el cambio quizá no sea tan catastrófico como en Italia, donde cerca de una de cada cuatro mujeres en edad reproductiva jamás alumbrará a un niño, no deja de ser un tema dramático. En el mundo occidental, en otras palabras, el invierno demográfico está tomando forma”, dice Martin en su artículo de Crisis.
El futuro es de los fértiles
Más adelante señala que si bien las mujeres occidentales están en ese trance, son las mujeres inmigrantes las que se han abierto a la vida. ¿Y quiénes son esas mujeres inmigrantes que mantienen active la fuerza de la vida? “¿Sorprendería que muchas de ellas fuera musulmanas que tienen hijos de acuerdo con su fe? ¿A quién, entonces, pertenece el futuro? “Pertenece –dice Martin—a quienes se muestran – es una forma de decirlo – fértiles”.
Cuando una sociedad prescinde de la procreación y cuando el eros se trivializa, esa sociedad está cerca del suicidio. Porque, ¿qué otra cosa es negarse a ser vehículos de la vida sino una invitación a la extinción?
Nuestra civilización –termina diciendo Martin en su artículo—ha preferido destruir que ver crecer y alimentar su futuro. “Tomó a Gibbon seis volúmenes para mostrar el ascenso y la caída del Imperio Romano. Una civilización incapaz incluso de reproducirse a sí misma, difícilmente necesitará tantos tomos, y probablemente ni siquiera desee ninguno”.